
CAPÍTULO 5: EL VACÍO DE UN CORAZÓN AMADO
Una plaga de tonos turquesas se adentraba delicada entre aquel bosque delatando a su paso a los opacos guijarros que parecían esconderse de la frialdad de sus corrientes. El agua dejaba entrever entre sus cristalinas cortinas la tranquilidad con la que bailaban los grisáceos lomos de las truchas. Como cualquier otro domingo, habría seguido encerrado en mi despacho escribiendo la penúltima crónica de la semana, pero aquella vez obedecí a mi madre. Al fin y al cabo, el plan del río tampoco sonaba tan mal.
- Fernando Fraile