EL VIAJE QUE PROPORCIONA EL CIRCO
- by Fernanda Fernández, Carlos Ortíz
Madrid, 16 de noviembre de 2021
El circo, como la mayor parte del arte, tiene algo intrínseco y casi tan intangible como el aire y que en realidad podría solo representarse como una burbuja en constante expansión. Es un mundo que está en constante movimiento en todos sus sentidos. Pero aunque la burbuja se haya inflado con un soplar desde Europa, los bordes de la misma siempre llegan hasta Latinoamérica, uniendo un lado y el otro del océano Atlántico en una cuerda de equilibrios que el Festival Iberoamericano de Circo (FIRCO) ha sabido mantener siempre presente.
Michelle y Daniela hacen suspensión capilar en el Circo Price. Fotografía: Fernanda Fernández
Es domingo. Vienen muchas familias con niños y niñas al Teatro Circo Price. Como música de ambiente hay sonidos electrónicos y tribales que se mezclan con las voces agudas que claman que empiece ya lo que sea que van a ver. Un pequeño de cinco años quiere ver payasos “y cosas como peligrosas”. Aunque la mascarilla cubre buena parte de su rostro, sus ojos dejan ver que está emocionado por la apertura que tienen. Pero cuando se le pregunta si le gustaría dedicarse al circo después de ver esto, gira su cabeza a la derecha para ver a su primo y a la izquierda para ver al amigo de éste, duda. Ninguno tiene muy claro que ese sea el camino que ellos quieren tomar, pero los trece artistas que se representan en FIRCO a once países de Iberoamérica llevan años metidos en este mundo en el que los splits, volteretas, músculos entumecidos aguantando el peso propio y el de otros mientras se suda sobreponiendo la sonrisa ante el reflector. Un mundo diverso en orígenes, ideas, disciplinas y gente.
Andrea Ramírez Falcón hace rueda cyr, donde uno gira sobre el eje de un aro con un diámetro construído a medida de quien se presenta. La disciplina la conoció en México haciendo danza contemporánea para después especializarse estudiando en la Escuela Nacional de Circo de Montreal, Canadá. Lo que la atrajo al circo fueron más bien las personas que conocía que se movían en él: “Siento que lo que tiene el circo es que satisface o te mantiene atenta de varios aspectos de la vida, artísticamente y físicamente”. En su número, deja que sus sentimientos se caigan en forma de cristales que se rompen con ella mientras gira con la música de unos violines de fondo.
Andrea Ramírez Falcón en su número de rueda cyr en el Circo Price. Fotografía: Fernanda Fernández
“Es un gremio donde la comunidad también está muy presente al ser muy pequeño, pero internacional”, comparte Andrea respecto al circo. Como ella, Serena Méndez, aerealista de trapecio danza originaria de Argentina, conoció el Festival por medio de tres amigas suyas que se habían presentado en ediciones anteriores antes de que llegara la covid-19 al festival. “Lo que me parecía increíble es que es un festival exclusivo para gente iberoamericana, entonces eso te da más acceso que otros festivales europeos donde tenés que estar compitiendo contra artistas europeos, canadienses, americanos que siempre van a tener por lo general un entrenamiento superior por las condiciones de vida del hemisferio norte”, comparte Serena, quien en FIRCO encontró un lugar de encuentro más que de competencia.
Serena Méndez hace trapecio danza en el Circo Price. Fotografía: Fernanda Fernández
Conexión sobre la competición.
Antes de presentarse en una gala que se repite por tres días consecutivos, los artistas de circo llegaron a Madrid para conocerse, así como el escenario circular del Teatro Circo Price donde se presentarían sus propuestas, seleccionadas entre más de 250. Algunos llegaron desde América, donde residen y trabajan o estudian. Pero algunos otros vinieron desde otros rincones de Europa, a pesar de que sus orígenes se encontraran del otro lado del Atlántico. Además, para poder estar en Madrid y ver sus números, caras y aparatos artísticos en persona, tuvieron que superar la barrera de las restricciones sanitarias que la covid-19 supone para los viajeros. Pero una vez logrado, entre cuerdas que aún no tienen un lugar en el que ponerse, galletas, frutos secos y agua para recuperar energías, colchonetas, ropa deportiva y mascarillas de repuesto, los artistas calentaban antes de hacer ensayos con los tramoyistas y los riggers (técnicos de seguridad) para que aquello que viesen los espectadores fuese lo más puro de su expresión.
Por ello, aunque en el festival hubo premios propios de FIRCO, así como el Premio Circuba o el Premio Circontinentes, la conexión y el compartir eran las respuestas más comunes que daban los artistas cuando se les preguntaba qué buscaban en el festival. Marcos Solis, cuyo país, Costa Rica, era el que hacía de manto para que la portuguesa Beatriz Duarte y el alemán Julian Blum -quien bromeaba sobre su nacionalidad remitiéndola a Uruguay para justificar su presencia en un festival iberoamericano- son muestra que los orígenes no impiden que puedan crear cosas nuevas: “ya el hecho de que nosotros estamos creando un número en donde lo que tratamos de hacer es mezclarnos a pura conexión” es para Marcos lo más importante que pueden mostrar en el festival. Estos tres artistas recién egresados de la ESAC, la escuela de circo de Bruselas, con un número de mástil chino son una pequeña muestra de una compañía de 18 personas de 13 países llamada Soif Totale (Sed Total). Para ellos siempre es muy difícil explicar su disciplina a aquellas personas que no saben nada sobre el mundo del circo. “La relación más cercana que la gente conoce es el pole dance, pero la diferencia es que el mástil chino es mucho más alto”, cuenta muy serio Marcos a la par que sus compañeros de compañía asienten. “Tiene las distancias estándares de 6 metros y con un diámetro de 55 a 60 milímetros cubierto de caucho de goma” Además, a diferencia del pole dance, en el mástil chino sí se requiere de mucha ropa y zapatos para no quemarse la piel ni resbalarse. Suben, bajan, hacen figuras, caídas, banderas, todo. Hay muchas posibilidades, todo lo que se les ocurra de acrobacia lo intentan allí. Alguien entre el público que mira a los tres acróbatas colgarse y descolgarse, le suelta a su compañera de al lado que le hace sentir que aquello que ve con esos chicos es una escenificación del poliamor hecho circo.
La compañía Soif Totale (Marcos, Julian y Beatriz de abajo hacia arriba) en su número de mástil chino en el Circo Price. Fotografía: Klare Landa
“No lo llamaría locura, pero lo llamaría curiosidad. Como que desarrollé la capacidad de ver de otra manera. Eso me fascina del circo: que en el circo puedes hacer lo que quieras. Todo es posible”, comparte Marcos cuando piensa en qué es lo que le atrae del circo que no se ve en el espectáculo ni en el cotidiano, recordando su comienzo en una escuela de circo social hasta su llegada a Madrid. Pero aunque el viaje supone a nivel personal y profesional el abrirse horizontes para conocer el trabajo de otras personas iberoamericanas y poder también ver qué propuestas vienen desde Europa, desafortunadamente sigue habiendo mucha falta de información sobre lo que es el circo en América Latina.
Intrínseco en las venas. Del semáforo al sol.
Las dos ideas que le vienen a la mente a las personas cuando Serena dice en Argentina que hace trapecio danza, que hace circo y que vive de ello son semáforo y Cirque du Soleil. Todavía falta mucha información y más allá de que el circo creció mucho a nivel escuela al haber centros para entrenar y aprender, falta mucho para que la parte de la muestra escénica se lleve a cabo. “Hay muchos artistas increíbles pero no tienen donde laburar. No hay espectáculos para hacer y todo es un esfuerzo económico, entonces vos vas a ver que hay argentinos trabajando por todo el mundo porque son increíbles, pero argentinos que no tienen laburo en su propio país. Y así me imagino que con Latinoamérica pasa igual”, explica Serena, pues en América Latina el acceso a poder ver circo es además mucho más reducido que en Europa, pero sobre todo para ejercerlo.
La formación circense se queda además en cursos que nunca llegan a considerarse dentro de los márgenes de las titulaciones superiores, por eso aquellas personas que se quieren dedicar al circo tienen que salir de sus países para continuar su desarrollo artístico, donde sus creaciones se han visto influenciadas por la hibridación de culturas. Al estar en una escuela extranjera, Andrea, por ejemplo, comenzó a descubrir etiquetas de sí misma que ella nunca había sentido como propias a partir de esta extranjería compartida, “como partes de mi identidad que yo no veía, pero que sentía que las tenía que tomar para que las personas me reconocieran”. Por ello, la creación de números que mostrasen lo diversa que es Iberoamérica sin que se encasillasen esas propuestas en ser únicamente clichés vinculados a las nacionalidades de las personas en escena era un reto para algunos, una tarea fácil de sortear para los otros.
“Tenemos la compañía de 18 personas entonces ahí ya empieza la multiculturalidad. Con nosotros tres, la idea de hacer esto es más como la escucha entre todos y somos uno. Y claro que viene de Uruguay (Alemania), que viene de Costa Rica y de Portugal, pero aquí somos uno. Es como una pequeña familia, entonces hay para compartir de verdad”. afirma Beatriz, para quien es intrínseco en las venas el viaje que le proporciona el circo, tanto porque le ha permitido moverse a otros lugares y conocer otras culturas al moverse, como por el viaje mismo que le ha supuesto conocer a las personas que han llegado a su vida gracias al circo.
Meses de trabajo vueltos minutos de asombro
Los reflectores muestran solamente una parte de todo el trabajo que hacen quienes están en el circo. Como mínimo, entrenan todos los días ocho horas para mantener fuerza, flexibilidad y descubrir nuevas formas en las que trabajar con sus aparatos y sus propios cuerpos. Un número implica un trabajo de creación, exploración y diseño de la puesta en escena que son meses de trabajo vueltos minutos de asombro. Nadie que no entre tras bambalinas sabe la organización que deben tener los artistas con los técnicos para poder llevar a cabo una sola muestra, la paciencia que supone trabajar para que lo espectacular sea seguro en tanto que no peligroso para el físico como para el entretenimiento.
Por eso la impaciencia del público ante la llegada de los jóvenes circenses resulta emoción en tanto que desconocimiento de la preparación que tienen que tener estos jóvenes, de los otros trabajos complementarios que hacen para que por una noche sus trabajos los hagan brillar en el escenario circular o colgándose en el aire. Por eso cuando entran Daniela, quien temió siempre acabar como profe en el circo, y Michelle, quien tuvo un accidente cuatro años atrás que le dejó la columna dañada, ambas con un moño en sus cabezas que lleva un mosquetón de escalada, el espectador comienza a hacerse una idea del trabajo que lleva por detrás este dúo que representa a Venezuela para colgarse de sus cabellos y bailar suspendidas desde su cabeza. Se lanzan y se abrazan en el aire, giran tan iguales que parecieran un reflejo. Y por si fuera poco, inclusive una se pone de cabeza para que unan sus moños para demostrar que es posible colgarse de la cabeza de otra.
Aleksandra Savina, quien “no compite porque no le hace falta” tampoco, viene desde Ucrania para presentarse con nueve hula hoops, un récord más acumulado ante su carrera y en los ojos de quienes están en el Price. Y remitiéndose a los aparatos del circo más clásico, la Compañia Noar de Brasil hace una muestra de cuadro ruso, donde él, completamente tatuado y con un bigote muy icónico de los hombres de circos itinerantes, hace que ella vuele gracias al impulso que sus brazos le dan para poder girar en el aire como una pequeña bola roja de fuego por el vestuario que lleva. Un número de mano a mano, que sería una forma más sencilla de cuadro ruso sin la necesidad de aparatos, se queda imposible de ver e imaginar en la gala final, porque en el circo al ser posible todo, las lesiones también fueron una opción para el base de la Compañía MIDA de México.
Michelle y Daniela en suspensión capilar conjunta en el Circo Price. Fotografía: Fernanda Fernández
La compañía MIDA hace mano a mano en una presentación previa a la gala final en el Circo Price. Fotografía: Gaby Merz
La Compañía Noar en su número de cuadro ruso en el Circo Price. Fotografía: Gaby Merz
Aleksandra Savina hace hula hoops en el Circo Price. Fotografía: Gaby Merz
Y en el suelo, Miguel Gigosos hace que sus brazos muevan en el aire a las pelotas para remitirnos a una disciplina muy clásica dentro del circo, pero como va vestido en pijama para que en su número se entienda que sueña con códigos de malabares, intenta también hacer el payaso cuando pierde de sus manos algunas pelotas al caer.
El número final, el de la Compañía Omkara de Colombia, es el que más miedo da. Además de tener un guitarrista en vivo cuya música de rock tensiona aún más el ambiente mientras el artista Oskar Mauricio baila en un círculo de arena, los straps que penden encima de su cuerpo tienen una unión muy pequeña con la cual sus manos no podrían colgarse de ninguna forma: un paladar es con lo que sube en el aire el artista, bailando desde sus dientes a tres metros del suelo, concediéndole el primer premio en el festival.
Miguel Gigosos en su número de malabares en el Circo Price. Fotografía: Gaby Merz
Oskar Mauricio (Compaía Omkara) y un rigger en un número de straps en el Circo Price. Fotografía: Gaby Merz
Pero una vez acaba la música de la Ombligo Orquestina que lleva amenizando toda la noche del domingo, incluso antes de saber que el dúo Noar fue el segundo ganador y Andrea la tercera por sus números, las personas se van a casa. Algunos niños lloran con hambre porque es su hora de merendar. Otros salen más bien por las prisas de los padres pero se les escucha emocionados por lo que acaban de ver, por esas dos horas que son la muestra de aprendizajes de vida, de técnica y de otras culturas para ellos como espectadores, para los artistas poniendo su cuerpo en escena.
Ramón Gómez de la Serna, gran asiduo del circo y cronista constante del Price dijo alguna vez que “quien más noches de circo tenga en su haber, entrará primero en el Reino de los cielos”. Un mundo que está en constante movimiento en todos sus sentidos. Una burbuja en constante expansión.
Equipo de FiIRCO tras la premiación en el Circo Price. Fotografía: Gaby Merz