“HAN VENDIDO UNA FIESTA, NOSOTROS VIVIMOS UNA GUERRA”
- by Yolanda Martínez Solana, Sofía Sánchez, Paula Ramos, Carlos Ibarra, Gabriel Bolaño
Madrid, 22 de octubre de 2020
COVID-19: la pandemia que asola España, contada por quienes la combaten
Lleva más de 30 años desempeñando su profesión en un hospital de tercer nivel de Madrid, pero pide que no se revele su identidad. El pasado mes de abril vivió uno de los peores momentos de su vida cuando se dio cuenta de que los teléfonos que sonaban, como con sordina, día y noche, no provenían de la calle. Procedían de la sala en la que se iban dejando las pertenencias de los pacientes que ingresaban en el centro. “Setecientos teléfonos móviles sin propietario, que sonaban sin que nadie los descolgara. Muchos de sus dueños estaban en la UCI, otros ya fallecidos y otros tantos nadie los iba a recoger, ante la carga viral que portaban”.
“Setecientos teléfonos móviles sin propietario, que sonaban sin que nadie los descolgara. Muchos de sus dueños estaban en la UCI, otros ya fallecidos y otros tantos nadie los iba a recoger, ante la carga viral que portaban”. |
Trabajadores funerarios desinfectándose tras recoger un féretro en una residencia de ancianos.
Las cifras dan vértigo, sobre todo porque indican las magnitudes del COVID-19 a su paso por España. En Italia, la política de comunicación del Gobierno permitió ver las largas caravanas de camiones del ejército trasportando ataúdes con los restos mortales de las víctimas del coronavirus, tal y como ponen de manifiesto algunos de los entrevistados. Quizás haya servido para que, en esta segunda ola de la pandemia, ellos tengan los mejores datos de incidencia de contagios y muertes. En España, las televisiones no emitieron imágenes de la crudeza de la situación de las UCI, ni circularon vehículos en los que pudieran verse féretros.
En España, las televisiones no emitieron imágenes de la crudeza de la situación de las UCI, ni circularon vehículos en los que pudieran verse féretros. |
Celadores, en primera línea contra la pandemia, sin derecho a EPI |
En nuestro país, la pandemia COVID-19 se había cobrado el día 8 de marzo la vida de 17 personas y otras 589 se habían contagiado, según los datos oficiales de Sanidad. El 22 de marzo -14 días después- el número de fallecidos se había multiplicado por 100, ya eran 1.720 fallecidos y 28.572 personas se habían contagiado.
Datos de contagios y muertes de COVID en España del 8 al 22 de marzo. Fuente: Ministerio de Sanidad
Los hospitales no tenían instalaciones en sus morgues para poder albergar los cuerpos de los fallecidos, ni siquiera hasta que pudieran ser incinerados porque los crematorios de Madrid estaban desbordados. Por ello, la Unidad Militar de Emergencias (UME) se encargó de aplicar un protocolo que permitiera gestionar la situación. Algunos de los grandes hospitales de Madrid pudieron ampliar el espacio de sus mortuorios, pero otros tuvieron que alquilar arcones frigoríficos industriales para mantener dentro a los fallecidos y otros centros (por el volumen de exitus) tenían aparcados en sus inmediaciones camiones refrigerados. Todos esos traslados se realizaban en furgonetas sin distintivos exteriores que permitieran saber lo que llevaban en su interior.
Pero el colapso se reproducía en las empresas funerarias de Madrid, cuyos crematorios no podían asumir el ritmo provocado por las muertes que ocasionaba la pandemia. Hubo de concertarse el servicio de incineraciones de decenas de instalaciones fuera de la Comunidad de Madrid. Reproducimos imágenes que son constatación grafica del procedimiento establecido por el Gobierno, en provincias como Córdoba y Almería. Los féretros se trasladaban en el interior de tráilers de grandes dimensiones y se depositaban en los tanatorios para su incineración.
El colapso se reproducía en las empresas funerarias de Madrid, cuyos crematorios no podían asumir el ritmo provocado por las muertes que ocasionaba la pandemia. |
Furgonetas UME camufladas. Fuente: El Español Vehículo de una funeraria privada
Trailer lleno de féretros procedente de la Comunidad de Madrid llegando al tanatorio de Almería. Fuente: Cordópolis.
Trabajadores del tanatorio de Alméria descargando féretros. Fuente: La voz de Almería. Un coche fúnebre y un camión cargado de ataúdes llegando al tanatorio. Fuente: Cordópolis
La pandemia causada por COVID19 ha dejado un panorama devastador en todos los países. En España más de 45.000 personas han fallecido (a pesar de que el Gobierno aporte una cifra inferior) por esta causa y más de un millón de personas se han contagiado, 1.026.281 exactamente, a 22 de octubre. Medios como el Financial Times dejó de utilizar las cifras aportadas por el Ministerio de Sanidad porque no eran creíbles. En un artículo titulado “Los datos defectuosos ensombrecen la estrategia de España”, el rotativo hace una comparación entre los datos que aporta nuestro país y otros europeos. “Para daros una idea de lo que el ‘método’ español provoca: si Inglaterra hiciera lo mismo, ayer se habrían reportado 20 muertes y no 179. Una buena reducción del 90%», continúa el analista, que no acusa al Gobierno de ocultar muertes, pero le ataca por la credibilidad de los datos: «No conocemos el número real, no tenemos ni idea».
Trabajadores de funeraria entrando con un féretro a residencia de ancianos. Traslado de féretros a tanatorio de Almería. Fuente: Cordópolis.
El Gobierno español aporta como cifra oficial de fallecidos por coronavirus 34.521, a 22 de octubre, porque solo incluye aquellas personas que hayan muerto habiéndose demostrado que eran positivos a COVID-19. No obstante, el Índice Nacional de Defunciones (INDEF), que es un registro donde figuran los fallecimientos inscritos en todos los registros civiles de España y que gestiona la Dirección General de Salud Pública, Calidad e Innovación, dependiente del Ministerio de Sanidad, registra 40.508 fallecimientos en el mes de julio.
Además, el MoMo, el sistema de vigilancia de la mortalidad del Instituto de Salud Carlos III, dependiente del Ministerio de Sanidad, entre el 10 de marzo y el 9 de mayo se registró un "exceso" de 43.556 defunciones respecto al año anterior.
Desde el pasado 20 de abril, el criterio que, según la Organización de la Salud , ha de aplicarse para contabilizar el número de fallecimientos por COVID19, es incluir también los sospechosos de estar contagiados por el virus. Por lo tanto, los certificados de defunción en los que figure “probable infección” se considerarán como una muerte por COVID-19, diagnosticada.
Certificado defunción COVID confirmado Certificado defunción posible COVID
Certificado defunción probable COVID Certificado defunción sospecha COVID
A las secuelas derivadas de la infección hay que sumar las psicológicas que padecen grupos de pacientes y muchos de los profesionales que, en hospitales y centros de salud, han batallado por sacar adelante a los infectados. A pesar de lo padecido, y lo que empiezan a volver a padecer, acceden a hablar con Infoactualidad. En la Comunidad de Madrid, una de las más castigadas por la pandemia, los hospitales a finales de septiembre estaban llegando al límite de su capacidad, y cuando se muestran cifras de ocupación inferiores es porque se contabilizan los pacientes hospitalizados en otras salas improvisadas para hospitalización, como los quirófanos que están siendo atendidos por médicos anestesistas.
En la Comunidad de Madrid, una de las más castigadas por la pandemia, los hospitales a finales de septiembre estaban llegando al límite de su capacidad. |
“HICIMOS MAL EN SUBESTIMAR LA PANDEMIA, SU IMPACTO EN INGRESOS Y MORTALIDAD POBLACIONAL” |
Ninguna de las fuentes consultadas ha dudado en responder que los primeros casos de coronavirus ya se trataban en los hospitales a mediados del mes de febrero. Aún no estaba hecho el diagnóstico, pero la mayor afluencia de casos con neumonía, o la mala evolución de los pacientes, indicaban que algo no iba bien. Hay otro denominador común en lo que las fuentes consultadas estaban de acuerdo: la gestión del coronavirus en nuestro país ha estado marcada por la imprevisión. La percepción de que la población no ha tenido constancia de lo que, de verdad, era la pandemia COVID-19, es algo en lo que han coincidido los entrevistados. En este sentido, Italia, que fue la más golpeada por el coronavirus desde el principio, en buena medida por sus errores de gestión, en la actualidad está conteniendo la denominada “segunda ola” de la pandemia, mientras que España lidera las peores cifras.
Paciente COVID recibiendo atención en una UCI.
Medios como eldiario.es apunta a los motivos que pueden estar detrás del buen control ejercido por Italia en esta fase del COVID-19. Pueden relacionarse con que “en el imaginario colectivo han quedado firmemente grabadas las imágenes de los pacientes en unidades de cuidados intensivos de hospitales saturados, de los ataúdes apilados en iglesias y de los camiones militares llevándoselos lejos de Bérgamo, la ciudad más afectada, con las morgues al límite”.
En España, por contra, se optó por hacer lo contrario que en Italia y en un planteamiento mediático semejante al de la Primera Guerra del Golfo, no hubo imágenes de sufrimiento o de muerte. Pero la situación de desbordamiento de los centros hospitalarios o de las residencias de ancianos se traducía en fallecimientos que no podían absorber las morgues de los hospitales. Por ejemplo, en alguno de los grandes hospitales de Madrid estaban aparcados camiones frigoríficos, donde se conservaban los cuerpos para trasladarlos, cuando hubiera posibilidades, a cementerios o crematorios. En otros centros más pequeños como el de la Cruz Roja de Madrid, hubo que alquilar un arcón frigorífico para poder gestionar los exitus. En la Comunidad de Madrid únicamente se vio uno de esos tráileres frigoríficos que se usaron, a modo de morgues móviles, en el tanatorio de Móstoles, pero también en las ciudades que pudieron colaborar en la incineración de los fallecidos: Ciudad Real, Toledo, Cáceres, Murcia o País Vasco, Córdoba, Vigo, entre otras.
Trabajadores de funeraria con y sin EPI tras acudir a residencia de ancianos para recoger a un fallecido por COVID.
Trailer procedente de Madrid con féretros de los fallecidos para incinerar. Fuente: Cordópolis.
Imágenes y vídeo de trailer llegando a crematorio de Almería y trabajadores de funeraria descargando los féretros del trailer. Fuentes: Cordópolies y La voz de Almería
El protocolo seguido en nuestro país para gestionar los miles de fallecidos en la pandemia pasó por trasladar los féretros en furgonetas sin distintivos exteriores, fundamentalmente de la Unidad Militar de Emergencias (UME) o empresas funerarias.
Las funerarias mostraron las diferencias entre las cifras oficiales y las reales de muertes. |
El Ministro de Ciencia, Pedro Duque, esgrimió la “rápida reacción” del Gobierno tras el estallido de la pandemia en China informando de que se reunió el 2 de febrero con "dos de los mayores expertos mundiales en el estudio de estos virus": el director del Instituto Global de Salud y Patógenos Emergentes en el Hospital Mount Sinai de Nueva York, Adolfo García Sastre, y Luis Enjuanes, quien dirige el laboratorio de coronavirus del Centro Nacional de Biotecnología (CNB-CSIC). Aunque posteriormente el Ejecutivo afirmó que no hubo una pronta reacción ante la extensión del COVID19, porque no “tenía constancia de la gravedad del coronavirus” hasta entrado el mes de marzo.
Declaraciones de Pedro Duque, Ministro de Ciencia. Fuente: El Mundo.
Por otra parte, un informe de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea) , publicado el pasado mes de abril, estableció que si el Gobierno español hubiese decretado el estado de alarma una semana o incluso un día antes del 8M, se hubiesen evitado en torno a un 62% de los positivos por coronavirus. Según el estudio, “hubo una falta de previsión por parte del Gobierno de Pedro Sánchez, que no logró anticiparse al desarrollo de la epidemia del coronavirus”. Si hubiesen actuado de una forma más ágil y rápida “tal disminución hubiera evitado probablemente el colapso de muchos hospitales en nuestro país”, apunta el estudio.
Auxiliares de enfermería atendiendo a paciente COVID.
Faltaron medidas para prevenir contagios
Tal y como establecen los expertos en comunicación, ante una crisis (y con mayor motivo en una sanitaria, dado que afecta a la vida de las personas), deben reducirse las posibles diferencias entre lo que las autoridades saben, lo que comunican y la realidad fehaciente. Es probable que inicialmente no trasciendan, si es que existen, esas discrepancias, pero finalmente salen a la luz. Sobre todo, ante la porosidad informativa que garantizan las tecnologías de la información y las redes sociales.
Los sanitarios creen que se ha acabado por convertir la pandemia en espectáculo (movimientos que en su inicio eran aplausos espontáneos para mostrar agradecimiento por lo que se hacía en los hospitales y centros de salud), y que acabó ocultando el mensaje principal: prevenir contagios. No hubo imágenes de duelo, de los miles de féretros que daban la dimensión de la huella de la pandemia en nuestro país.
Los sanitarios creen que se ha acabado por convertir la pandemia en espectáculo. |
La importancia de difundir en las crisis sanitarias solo datos que se correspondan con la realidad no fue aplicada. Un claro ejemplo fue el cambio de mensaje sobre el uso de mascarillas a la población. Fernando Simón, portavoz del Gobierno en el COVID-19, desaconsejó su uso, posteriormente dijo que podría valer para usar en espacios cerrados para, finalmente, afirmar que debían llevarse también en espacios abiertos. Aunque no tuvo más remedio que admitir que dijo que no hacía falta usar mascarillas porque se fabricaban en China y en España “no teníamos”.
Durante el confinamiento total al que se sometió nuestro país, desde los servicios de comunicación del Gobierno, incluyendo políticos y funcionarios del Estado (también las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad) comparecían diariamente a través de las televisiones, en las que se daba información de múltiples aspectos de la pandemia, pero sin contenidos que reforzaran la educación sanitaria y la prevención de las enfermedades. En tres meses (desde el 13 de marzo hasta el 16 de junio) hubo 18 apariciones de Pedro Sánchez, 82 “ruedas de prensa” con Fernando Simón al frente y 45 comparecencias del ministro de Sanidad.
Declaraciones de Fernando Simón, portavoz del Gobierno en el COVID-19
Declaraciones de Fernando Simón, portavoz del Gobierno en el COVID-19
Los sanitarios consultados muestran su extrañeza por la información que se difundía de los contagios, fundamentalmente desde las televisiones. La imagen que se ofrecía de la trágica evolución de la pandemia en nuestro país no se correspondía, afirman, con las dimensiones de la pandemia. Eso supuso que la población no percibiera el riesgo que corrían los ciudadanos.
Italia fue el país europeo en el que la pandemia COVID19 “se ensañó”. Pionera en un estricto confinamiento, cierre de escuelas e instalaciones industriales, controló de forma férrea los viajes entre regiones y el uso de mascarillas. Aplicó una desescalada progresiva durante mayo y junio. Las autoridades italianas adoptaron medidas aplicables al turismo, en algunas zonas se ofrecía la realización de PCRs gratuitos a los ciudadanos que volvían de sus vacaciones. En Italia se ha venido realizando un control de acceso de los países más afectados por la pandemia, entre los que se encuentra España, exigiendo guardar cuarentena, que se sometan a PCR antes de volar o test rápidos en sus aeropuertos, que dan el resultado en menos de 30 minutos. Los ciudadanos han mostrado un seguimiento de las normas anti-contagios muy altas, en cierta medida, y según se publica en los medios transalpinos, porque “han visto morir a muchas personas de su entorno”. El Gobierno italiano, durante los últimos meses, ha invertido 6.500 millones de euros y ha formalizado la contratación 20.000 sanitarios (médicos y personal de enfermería). Mientras, en España hay un 13% de PCRs positivos en las últimas fechas, el rastreo en Italia deja alrededor de un 2%. La realidad actual es muy distinta a los primeros meses de la pandemia. En Italia se registran 96 casos por cada 100.000 habitantes en los últimos 14 días (según los datos del Centro Europeo para la Prevención y Control de Enfermedades, a 15 de octubre).
El virus no se doblega
El pasado 5 de julio el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, aseguró en un acto público en el País Vasco: “Hemos derrotado al virus, controlado la pandemia y doblegado la curva”. Un mes después, las estadísticas oficiales (MoMo), recogían 1.000 muertes “no esperadas” en la segunda mitad de agosto y, en el conjunto del verano, 3.669 fallecimientos “no esperados”. El seguimiento epidemiológico realizado por el Instituto Carlos III durante el mes de agosto (publicado el 7 de septiembre) incluye una serie de conclusiones sobre la evolución de la pandemia.
“Los resultados obtenidos con MoMo estiman que se han producido tres periodos de exceso de mortalidad por todas las causas a nivel nacional: del 10 de marzo al 09 de mayo, del 27 de julio al 15 de agosto y del 17 de agosto al 29 de agosto”. Asimismo, se detectan excesos de mortalidad en Andalucía, Aragón, Asturias, Islas Baleares, Canarias, Cantabria, Castilla y León, Castilla La Mancha, Cataluña, Comunitat Valenciana, Extremadura, Galicia, Comunidad de Madrid, Murcia, Navarra, País Vasco y La Rioja.
Los resultados obtenidos con MoMo estiman que se han producido tres periodos de exceso de mortalidad por todas las causas a nivel nacional. |
Gráfico de defunciones estimadas y observdas entre noviembre de 2019 y agosto de 2020. Fuente: MoMo
Los médicos de hospitales lo advirtieron, desde hacía tiempo. Desde la segunda semana de agosto llevaban observando que la presión asistencial se incrementaba a un ritmo constante. Y existía la seguridad de que, si las UCI se colapsaban, también lo harían los hospitales y la progresión del COVID volvería a golpear a la sociedad.
No existía una receta mágica para parar la extensión de la pandemia, pero se sabía que, si no se drenaba la presión en los centros sanitarios, trasladando una parte de los ingresados al hospital de campo de las naciones, sería prácticamente imposible ejercer un control sobre la pandemia. Desde hacía varias semanas, los hospitales de Madrid ya usaban los hoteles medicalizados establecidos durante el estado de alarma.
El pasado 7 de agosto, 20 especialistas en Epidemiología y Salud Pública publicaron una carta conjunta en la revista científica The Lancet en la que pedían una auditoría independiente e imparcial de la gestión llevada a cabo en España durante la pandemia COVID-19. Uno de los objetivos que plantean los firmantes -investigadores de primer nivel- es preparar al país no sólo ante nuevas oleadas de Covid-19, sino también frente a otras posibles futuras pandemias. El elevado número de contagios y la alta mortalidad por Covid-19 registrada en España apuntan que puede relacionarse con la falta de preparación, el retraso en la toma de decisiones, los problemas de coordinación entre el Gobierno y las Autonomías o las carencias en medios y previsión en las residencias de ancianos. También se ha apuntado a la influencia de factores como el envejecimiento de la población, la desigualdad social o los efectos de una década de austeridad que ha mermado las capacidades del sistema sanitario. A pesar de que en España este tipo de auditorías no sean habituales, la Organización Mundial de la Salud y países como Suecia y Nueva Zelanda ya han puesto en marcha evaluaciones semejantes.
Décimo país de contagios por habitante
The Lancet, dentro de la Comisión Covid-19 que lanzó el pasado 9 de julio con el fin de ayudar a gobiernos, sociedad civil e instituciones de las Naciones Unidas para responder eficazmente a la pandemia, publicó una investigación sobre la situación epidemiológica de España que situaba, durante el pasado mes de agosto, a nuestro país en el puesto 82 de 91 países incluidos en el estudio, con una tasa de 118,8 nuevos casos por millón de habitantes al día, una mortalidad diaria por millón de habitantes de 0,5, y 14,5 de test por caso. La tasa de reproducción (R0) se sitúa en 1,4.
En el mes de agosto, casi una veintena de regiones de todo el mundo consiguieron vencer al virus. España, por contra, está entre los países con mayor transmisión; como Bolivia, Kuwait, Estados Unidos, Argentina, Israel, Brasil, Bahréin, Colombia, Panamá y Maldivas. Todos registran más de 100 nuevos casos por millón de habitantes al día.
En el mes de agosto, casi una veintena de regiones de todo el mundo consiguieron vencer al virus. España, por contra, está entre los países con mayor transmisión |
Nuestro país ha permanecido internacionalmente en la clasificación de aquellos en los que la pandemia de coronavirus no estaba bien gestionada. El pasado 7 de septiembre, España se convirtió en el primer país europeo en cruzar el umbral del medio millón de casos de coronavirus. Prácticamente todos los medios internacionales recogieron el hito, con titulares como "Por qué España está siendo más duramente golpeada que el resto de Europa" ('Financial Times'), "Medidas ciegas" ('Sueddeutsche Zeitung'), "El coronavirus se está extendiendo más rápido en España que en EEUU" ('New York Times'), "Ningún país de Europa occidental se ha visto tan afectado por la pandemia de coronavirus como España" ('Spiegel'). "Los hospitales de Madrid, empujados al borde [del colapso]" ('The Guardian') o “España, el país más afectado de Europa por la segunda ola" ('Le Monde').
La vuelta de las vacaciones ha presentado, de nuevo, la cara mas dura de la pandemia. No se puede doblegar el mecanismo de contagio, no hay vacunas, ni medicamentos que la curen.
En los centros sanitarios testados hay una pregunta que se hace de forma recurrente: “¿Por qué no se han hecho nuevos protocolos de gestión de la pandemia tras haberse producido las deficiencias de la primera ola?” La preocupación de los sanitarios es enfrentarse a un colapso hospitalario, de nuevo, al no poder descongestionar la demanda constante.
Segunda ola de la pandemia en Madrid, septiembre de 2020. Fuente: INFOACTUALIDAD
Los especialistas en Medicina Interna han atendido a 8 de cada 10 pacientes COVID-19 no críticos hospitalizados en España, casi el 30% ha tenido que separarse de las personas con quienes conviven, tal y como se desprende de estudio realizado por la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI). La encuesta en la que han participado 1.015 internistas (638 mujeres y 377 hombres) muestra que el 92,18% de los participantes ha atendido en primera línea a pacientes COVID-19 y alto el 86,77%, se ha mostrado preocupado por la posibilidad de infectar a sus familiares o allegados. El síndrome de burnout (desgaste profesional) afecta a casi el 40,1% de los internistas participantes y el 58,3% muestra cansancio emocional. El 44,74% de los internistas ha pensado, en algún momento, en trabajar en el extranjero y, asimismo, casi seis de cada diez (un 59,96%) se han planteado alguna vez “abandonar la medicina”.
Pacientes ingresados por COVID19, movilizados por celadores.
La doctora a la que entrevistamos aporta su experiencia como médico en un hospital de 3er nivel de Madrid. Cree que los ciudadanos “no han sabido lo que ha pasado durante los primeros meses del confinamiento y lo que puede estar empezando a vivirse en los centros sanitarios”. El “triaje” es un proceso de valoración que permite priorizar el nivel de gravedad de los pacientes al llegar a urgencias de un centro sanitario. Ese procedimiento supone ver que pacientes necesitan atención prioritaria. “Lo que no podíamos habernos planteado nunca es hacer un triaje en una UCI”, afirma. Cree que la obligación de garantizar la mejor asistencia en unas condiciones “de guerra” hizo asumir “un coste psicológico que nos ha pasado factura”. Afirma que padeció el síndrome de “fatiga de combate” tras enlazar guardias de 24 horas marcadas por el sufrimiento. “Llevo 20 años de carrera hospitalaria y creo que el mayor logro de mi carrera fue conseguir hospitalizar a tres pacientes en una UCI el mismo día”, afirma con resignación, aunque “eso no consuela ni hace olvidar la situación que hemos vivido en los centros sanitarios”. En España hay 50.000 sanitarios infectados por COVID19.
En España, la “segunda ola” llega marcada por similares características que la primera, sin que la Administración Central haya elaborado planes de acción global ante el COVID19 y, por lo tanto, sin coordinación interterritorial, ni redes de atención y/o seguimiento de los contagios hospitalizados, si los centros no pueden hacer frente a una demanda desbocada.