CRISIS DE REFUGIADOS EL EXODO MÁS SANGRANTE EN EUROPA DESDE LA II GUERRA MUNDIAL

Investigación Infoactualidad

Fotografía: Cruz Roja.

FELIPE MANCHÓN CAMPILLO

1.120.500 personas llegaron a Europa entre enero y noviembre de 2016, una sangría humana que huye de la guerra. Los datos proceden de Frontex, la Agencia Europea para la Gestión de la Cooperación Operativa en las Fronteras Exteriores de los Estados miembros de la Unión. Datos validados que muestran una realidad poco halagüeña: Europa no es capaz de gestionar un reto del Siglo XXI. También son el certificado de defunción de las medidas de disuasión que se han ido aprobando desde el comienzo de la crisis, porque nada detiene a las personas que buscan entrar a Europa como sea, si la alternativa es la guerra instalada en sus propias casas.

Las cifras en este drama humanitario nos muestran que 180.718 personas llegaron a Europa por mar utilizando la ruta del este del Mediterráneo, la más concurrida de todas. Siria, Afganistán e Irak, son los países que de largo más aportan al cómputo total de demandantes de protección. A nivel terrestre, el camino preferido para alcanzar el continente europeo sigue siendo el de los Balcanes Occidentales, que fue utilizado por 121.609 personas en el año 2016.

Los migrantes llegan exhaustos y se encuentran con una realidad hiriente, el discurso de algunos partidos políticos, de países que establecen una relación directa entre migración y terrorismo, y esto condiciona enormemente la percepción pública de los flujos. El aumento del terrorismo internacional de corte yihadista, que golpeó de forma dura a Francia a finales de 2015 y a Alemania en diciembre pasado, ha hecho virar algunas posturas políticas que aprovechan la circunstancia para negarse a aceptar a quienes huyen de sus países.

Europa está demostrando no estar preparada. Las previsiones legales justificaban la reubicación como un procedimiento provisional, pero las instituciones comunitarias no están realizando las reformas necesarias para proporcionar soluciones a largo plazo a los refugiados. Los sistemas de asilo están al borde de la explosión, y las condiciones de vida en ellos son infames. Por si fuera poco, las cifras de cumplimiento de las cuotas por parte de los países son insuficientes. El porcentaje general en la Unión Europea es del 3,5% del total.

¿Cuál debe ser el criterio que prime a la hora de ofrecer plazas de refugio a demandantes de asilo con necesidades especiales de protección?

¿Debe ser el humanitario, estudiándose las condiciones particulares de cada persona, y buscando un lugar donde pueda residir de manera definitiva?

¿Ha de primar en cambio el interés de los países, especialmente de aquellos que más demandantes de asilo reciben y cuyos sistemas de acogida están saturados?

Este debate que no parece tener solución está hoy puesto sobre la mesa, con dos soluciones muy diferentes que coexisten sin entenderse entre sí: la reubicación y el reasentamiento.

Las cifras no mienten. Europa se encuentra ante un desafío sin precedentes en materia de migraciones. Desde el comienzo de la actual crisis, el número de personas que han huido de sus países en busca de mejores condiciones de vida se ha multiplicado exponencialmente. Guerras, dictaduras, conflictos religiosos y hasta problemas medioambientales desesperan a los nacionales de cada vez más países y les empujan a marcharse.

Los últimos datos publicados por la agencia Frontex a finales del año pasado son prueba fehaciente de que ninguno de los programas puestos en marcha a nivel nacional o europeo ha servido para frenar la sangría humana. 1.120.500 personas llegaron a Europa entre enero y noviembre de 2016, una cifra que, a pesar de suponer una reducción con respecto a la del año anterior, sigue siendo demasiado alta, y que se suma a las anteriores.

Fotografía: Medicos sin Fronteras

Estos flujos migratorios utilizan todos los caminos para intentar entrar a Europa, contándose un total de siete vías diferentes de entrada. 180.718 personas llegaron a Europa por mar utilizando la ruta del este del Mediterráneo, la más concurrida de todas. Procedían principalmente de Siria, Afganistán e Irak, los países que de largo más aportan al cómputo total de demandantes de protección. A nivel terrestre, el camino preferido sigue siendo el de los Balcanes Occidentales, que fue utilizado por 121.609 personas en el año 2016.

Todos estos números son el mejor reflejo de la situación de urgencia existente, y sirven para constatar una realidad cada vez más innegable: las medidas de disuasión que se han ido aprobando desde el comienzo de la crisis no detienen a las personas que buscan entrar a Europa como sea. Si se cierra una vía, rápidamente se abre otra, sin importar su peligrosidad. Un ejemplo de esto es la utilización cada vez mayor de la ruta marítima del África occidental, por la que el año pasado llegaron 583 personas.

Una crisis que se ha popularizado erróneamente con el nombre de “crisis de los refugiados”. Un refugiado es una persona a la que ya se ha concedido protección internacional, y que puede permanecer legalmente en un país que no es el suyo. Las personas que llegan a Europa por tierra, mar y aire en busca de un futuro mejor carecen precisamente de este estatus. El término correcto en este caso sería el de migrantes, porque tampoco podría hablarse de demandantes de asilo, que se refiere específicamente a las personas que ya han registrado su solicitud de acogida.

Esta situación debería haber generado profundas reflexiones en los gobiernos europeos, pero no ha sido así. Por si todo esto fuera poco, hay un componente nuevo que lo cambia todo: el aumento del terrorismo internacional de corte yihadista, que golpeó de forma dura a Francia a finales de 2015 y a Alemania en diciembre pasado. El discurso de algunos partidos políticos establece una relación directa entre migración y terrorismo, y esto condiciona enormemente la percepción pública de los flujos. Paradójicamente, algunos de los gobiernos de los Estados miembros que no parecían estar muy inclinados a aprobar medidas para favorecer a los demandantes de asilo tienen en la amenaza a la seguridad la perfecta excusa para no actuar.

Fotografía: Cruz Roja

El éxodo más sangrante en Europa desde la Segunda Guerra Mundial

¿Quiénes son los refugiados? Una parte del discurso político europeo, interesado en no favorecer la llegada y permanencia de demandantes de asilo, se ha dedicado a presentar una imagen distorsionada y deshumanizada del grupo, que conciben además como un todo homogéneo sin diferencias internas, y al que por tanto se puede criminalizar globalmente. Nada más lejos de la realidad, puesto que la característica primordial de los actuales flujos es que proceden de cada vez más países, en los que la cultura y en algunos casos la religión son muy diferentes. Tampoco hay que dejar de tener en mente que una buena parte de los migrantes son familias con hijos, personas desesperadas y que prefieren lanzarse a la conquista de un futuro impredecible y lleno de peligros y obstáculos

Hace una década, la migración económica era la principal. Los migrantes abandonaban sus países en busca de trabajo en el extranjero para mejorar sus condiciones de vida y la de sus familiares en casa. La situación ha dado un giro copernicano, y el componente económico se ha visto sustituido por el forzoso. Hay muchas personas que ya no pueden permanecer en sus lugares de origen, porque su vida corre un peligro serio y real, y que no tienen otra solución que lanzarse al mar o que recorrer kilómetros de tierra en busca de un futuro diferente al que tendrían en su país.

Hombres, mujeres y niños protagonizan el éxodo más sangrante en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, existe un grupo cada vez más abundante dentro de los migrantes que tienen “necesidades especiales de protección”. Esto significa que por diversas razones están siendo perseguidos en su país de origen, o que tienen una condición médica que no puede ser tratada por el sistema de salud nacional. El peligro, en muchas ocasiones, no desaparece inmediatamente, ya que muchos migrantes se suelen trasladar a países cercanos donde las condiciones son muy parecidas. Por eso tienen un estatus particular que exige un trato particular.

Siria, mínimo de tres años de cárcel por ser homosexual

Una de las necesidades especiales de protección es la persecución por ser homosexual. Muchas de estas personas corren grave peligro en sus sociedades de origen, en las que su condición sexual está penada, y sus condiciones no mejoran a la llegada a Europa. Éste fue el caso de Alex, un joven sirio que consiguió asilo en Alemania, pero que no se atrevía a confesar su homosexualidad, porque había muchos compatriotas suyos que también habían llegado a ese país, y él temía sufrir represalias. En Siria, la condena por homosexualidad es de un mínimo de tres años de cárcel.

Con el objetivo de proteger a las personas y de asegurar que nunca más vayan a estar en peligro por estas condiciones, hay previstos dos grandes mecanismos que persiguen precisamente un trato humano a estos migrantes. Se trata del reasentamiento y de la reubicación, dos métodos que no se parecen en nada, pero que en muchos casos pueden llegar a confundirse.

El reasentamiento es el sistema más fuerte y fiable de los dos. Se basa en buscar para los demandantes de asilo un lugar en el que se satisfagan sus necesidades de protección y en el que puedan permanecer para siempre. No es un procedimiento que haya nacido como respuesta a la actual crisis, sino que ha estado en marcha desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Entonces, como ahora, el objetivo era reconstruir vidas rotas, y en definitiva, dar una oportunidad a estas personas para volver a empezar.

Una de sus principales características es que su campo de acción no es solamente europeo, sino que se aplica en todo el mundo. Un ejemplo de esto es el americano. Antes de que Donald Trump llegara al poder y marcara un nuevo rumbo en la política de asilo de su país, los Estados Unidos acogían a un número de entre 80.000 y 100.000 refugiados cada año por el procedimiento del reasentamiento. A esto también se sumaba Canadá, con cifras parecidas. El primer ministro de este país, Justin Trudeau, ha demostrado que tiene en la cabeza una política al respecto muy diferente a la de su vecino del Sur. Al número anual de personas acogidas, se añadió hace poco la oferta de 25.000 plazas de asilo adicionales para ciudadanos sirios. Por si esto fuera poco, en su último ajuste gubernamental, nombró como ministro de Inmigración, Refugiados y Ciudadanía a Ahmed Hussen, de origen somalí.

Éxito del reasentamiento en Sudamérica

También en países americanos se ha ido avanzando hacia nuevos modelos de reasentamiento, dirigiéndose además a grupos de especial vulnerabilidad, como las mujeres o los menores no acompañados. Ejemplos de esto son el reasentamiento solidario, que implica a todos los países sudamericanos en el compromiso de crear más plazas de refugio, o el Plan de Acción de México, suscrito por los países con más capacidad de Sudamérica, Brasil, Chile y Argentina. La actual crisis está provocando respuestas extraordinarias en muchas partes del mundo.

Europa, sin embargo, está siendo la excepción. Pese a que anteriormente a la crisis los países comunitarios acogían a numerosas personas mediante el reasentamiento, las puertas de muchos se han cerrado desde que los flujos empezaron a aumentar. A esto ha contribuido la falta de preparación de los sistemas de asilo nacionales, y la lentitud en la construcción del Sistema Europeo Común de Asilo, un ambicioso proyecto con el objetivo de acabar con las dualidades, pero que no ha arrancado.

El reasentamiento es un procedimiento voluntario, y se necesita la aquiescencia de los países para llevarlo a cabo. Existe un procedimiento que se aplica en todos los casos. En primer lugar, hay que determinar las necesidades de protección, identificadas por ACNUR, la organización clave en todo este proceso. Seguidamente, se produce la selección de los refugiados, que puede producirse mediante un informe, un procedimiento más barato pero que se queda corto, o mediante una entrevista, con el envío de misiones de selección a los países de origen. Después de producirse su aceptación, los migrantes elegidos reciben una formación antes de la salida y el traslado, consistente en lecciones de cultura sobre el país de acogida o un curso básico de idioma.

La integración cierra el proceso, con la participación clave de la sociedad civil y de ONG, iglesias y organizaciones sociales. A partir de aquí, muchos empiezan una nueva vida, con la tranquilidad y la garantía de que no serán devueltos a su país de origen. Por ello, las organizaciones pro derechos humanos se han mostrado favorables a que se aplique este modelo, convencidos de que es el único que cumple la obligación de ofrecer soluciones duraderas a personas con graves problemas.

Fotografía: ACNUR

La incógnita de la respuesta europea

La reubicación cambia el foco, y su comparación con el reasentamiento hace un flaco favor a éste. Es un sistema europeo que consiste en mover a los demandantes de asilo que se encuentran en los países que más inmigrantes reciben, principalmente Grecia e Italia, y que no tienen capacidad para dar respuesta al número cada vez más elevado de peticiones de acogida registradas en sus sistemas de asilo. Es una solución improvisada por los organismos europeos, que no han sabido responder correctamente a la situación, y que por ello, cuando la emergencia ha cristalizado, han decidido responder de esta manera, aunque ello signifique no respetar los derechos de los migrantes.

Al contrario que en el reasentamiento, todos los países europeos deben implicarse en la acogida de refugiados, y en 2015, se aprobó un sistema de cuotas basado exclusivamente en la capacidad de asilo de cada país. En principio Noruega, que asumió un compromiso de acogida adicional al que le habían asignado, Francia y Reino Unido debían acoger a más de 7.000 migrantes entre los tres. La realidad, sin embargo, es muy diferente, puesto que muchos países se han negado a satisfacer sus compromisos de acogida.

El ejemplo más extremo es el de Hungría, un país que boicoteó desde el primer momento el sistema de reparto de refugiados, y cuyo gobierno convocó en octubre de 2016 una consulta en la que el 98% de las personas que participaron votaron en contra de recibir refugiados en su territorio. La última noticia relativa al ejecutivo de Viktor Orban, en plena regresión democrática, es su decisión de encarcelar a todos los demandantes de asilo que lleguen a su país, sean cuales sean sus condiciones.

Este plan se aplica únicamente en Europa, y Europa está demostrando no estar preparada. Las previsiones legales justificaban la reubicación como un procedimiento provisional, pero las instituciones comunitarias no están realizando las reformas necesarias para proporcionar soluciones a largo plazo a los refugiados. Los sistemas de asilo están al borde de la explosión, y las condiciones de vida en ellos son infames. Por si fuera poco, las cifras de cumplimiento de las cuotas por parte de los países son insuficientes. El porcentaje general en la Unión Europea es del 3,5% del total.

España es uno de los países implicados en el proceso de reubicación. El gobierno de Madrid se comprometió a recibir 17.680 demandantes de asilo, de los que solamente 481 habían llegado a finales del año pasado. A esto se añade el hecho de que muchos migrantes no quieran quedarse en nuestro país, y que lo utilicen como una ruta secundaria. La razón para esto es que el sistema de asilo de España no cubre las necesidades de muchos refugiados, y las ayudas concedidas a los migrantes se acaban tras los primeros seis meses. Esta situación se está reproduciendo en muchos países.

Indudablemente, la situación en los principales países de llegada de refugiados es insostenible, y es necesaria una acción decidida para desatascarla. La reubicación tiene una base razonable, pero carece de perspectivas de futuro, ni se sabe cuál será el estatus concedido a los demandantes de asilo cuando pase la crisis. Tampoco existen mecanismos para obligar a los países a cumplir sus compromisos, ni de castigo cuando éstos son vulnerados. Sin embargo, hay una cosa clara: la reubicación seguirá siendo el procedimiento aplicado en Europa durante el próximo año a la hora de ofrecer soluciones a los migrantes, digan lo que digan las ONG, muy críticas con este modelo.

Fotografía: Cruz Roja

Un cambio necesario en la gestión migratoria

Cuando empezó la actual crisis, el Papa Francisco lanzó un mensaje instando a acoger a los migrantes tal y como vinieran. Indudablemente, cerrar los ojos ante una realidad que día tras día protagoniza los informativos y noticias de todo el mundo ya no es una opción. Tampoco está muy claro qué se puede hacer para mejorar la situación, pero ha quedado prácticamente probado que el refuerzo de la “Europa Fortaleza”, el conjunto de medidas contra la llegada de migrantes al territorio comunitario, no está siendo efectiva para ello.

El problema de los refugiados ha venido para quedarse. Incluso si los flujos migratorios se detuvieran bruscamente hoy, se tardaría más de 2 años en resolver las peticiones de asilo solamente en Grecia. Parece por tanto indudable que hay que implementar nuevas políticas, no tanto destinadas a la disuasión, sino a la construcción de un nuevo modelo de acogida permanente y duradero, más parecido en todo caso al reasentamiento que a la reubicación. Sería también interesante dar un nuevo impulso al Sistema Europeo Común de Asilo y a las iniciativas de convergencia de los sistemas de acogida, ante la necesidad imperiosa de que haya una sola voz y una sola política.

Los países deben implicarse ante la actual situación de crisis humanitaria, y por ello, es necesario reflexionar acerca de la influencia que la reubicación y el reasentamiento tienen actualmente en Europa. El reasentamiento como tal parece la mejor solución ante los casos de refugiados con necesidades especiales de protección, pero su lenta aplicación en Europa supone un problema. La reubicación, en cambio, tiene un alcance y una duración insuficientes, a pesar de ser una solución con sentido. Por eso, todos los pasos en este sentido deben ir hacia reformar la reubicación y extender el reasentamiento.

Cada día llegan nuevos migrantes a las fronteras europeas, llenos de traumas y de experiencias negativas, pero a la vez de muchas esperanzas que quieren satisfacer. Esta tendencia seguirá aumentando en los próximos años. Es por eso que hay que tener claro que esta situación concierne a todos, y que todos deben trabajar para solucionarlo. Porque en el mundo del siglo XXI, los migrantes jugarán un papel fundamental, y ello requerirá nuevas acciones con nuevos enfoques, primando siempre la humanidad por encima de todo.


Entrevista a Marta Amador López, coordinadora adjunta del Plan de Acogida a personas Refugiadas de la UCM.

SARA ALONSO CASTELO

Feras es sirio, y estaba estudiando un máster en nutrición en Córdoba cuando estalló la guerra en su país. –“Es duro para mí, estaba muy preocupado por mi familia. Solo podía ver qué es lo que pasaba en mi país gracias a la televisión. Estoy aquí solo, refugiado’’ recuerda.

Con la imposibilidad de que las embajadas den visados, la familia de Feras sigue en Siria, ya que, como añade, solamente la gente que tiene poder puede salir, los que son pobres no se pueden marchar del país. Él pidió asilo político, y la única ayuda de la que dispone es una habitación en un colegio mayor.

Millones de personas se han visto obligadas a abandonar sus hogares y huir de su país, debido al conflicto que se vive en la República Árabe. De los 18.000 refugiados que se preveían reubicar, tan sólo 1.700 entraron en España y 61 personas están en la Comunidad de Madrid.

Carlos Andradas, rector de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), es el impulsor del programa de ayuda a las personas refugiadas que quieran acceder a los estudios universitarios, Refugees Welcome. –“Somos la única universidad en España que ha empezado a implantar un sistema integral para la admisión de estas personas’’ cuenta Marta Amador, coordinadora del plan. También, resalta, ofrecen asistencia psicológica gratuita para las familias de refugiados que lo necesiten.

Actualmente, hay 14 personas beneficiándose del plan de estudios gratuito, aparte de la enseñanza del idioma español. -‘’Muchos de los refugiados que llegan no traen consigo documentos legalizados, originales o traducidos, hemos conseguido flexibilizar esa admisión. Sin embargo, el corte académico sí lo tienen que pasar todos, ya que no estamos por encima de la ley’’, explica la entrevistada.

Otro problema es el hecho de que los estudiantes extracomunitarios paguen cuatro veces más caro por sus estudios que las personas pertenecientes a la Unión Europea. Esto deriva en la cancelación de las matrículas por parte de muchos refugiados que no pueden hacer frente a su alto coste.

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