EL CINE DORÉ, PROYECTA LOS 90 AÑOS DE LA CIUDAD UNIVERSITARIA

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"La Ciudad Universitaria ha sido un paisaje de la historia de España"

 

Ricardo Jimeno, coordinador del ciclo de cine del 90 aniversario

FELIPE MANCHÓN CAMPILLO

El profesor Ricardo Jimeno, coordinador del ciclo de cine por el 90 aniversario de la Ciudad Universitaria de Madrid, concedió una entrevista a Infoactualidad en la que explicaba las razones de esta iniciativa, una forma de combinar todas las cintas españolas o que tienen que ver con España en un solo lugar. “Incluso pensó en hacerse un documental, cogiendo imágenes de archivo, que existen muchísimas, y contando la historia de la Ciudad Universitaria, pero eso se descartó por falta de tiempo” explica. 

Indudablemente, la Ciudad Universitaria ha sido un paisaje histórico de la historia de España, algo que ha sido retratado de manera involuntaria o voluntaria por los cineastas. En el primer sentido, Jimeno lo relaciona al desarrollo del documental cinematográfico, que filmó el recinto universitario al haber sido un escenario clave de la Guerra Civil. Otros realizadores, como Juan Antonio Bardem o Manuel Gutiérrez Aragón, dirigieron su atención al mundo universitario para reflejar los cambios políticos y sociales que se avecinaban, con creaciones como “Muerte de un ciclista” o “Sonámbulos”. 

 

Presente en los momentos de cambio histórico

El cine siempre está presente en los momentos de cambio histórico, en palabras de Jimeno, “a veces los acompaña, a veces los antecede, y muchas veces lo que hace es reflexionar o representar un determinado sentir colectivo”.

La película que, según Ricardo Jimeno, mejor representa el espíritu de cambio es “Asignatura pendiente”, de José Luis Garci, de 1977. “Representa de alguna manera a aquella generación en un sentido político, pero también emocional o íntimo que formula muy bien las aspiraciones de la gente, de ahí el título, los jóvenes sentían que el franquismo les había robado algo” afirma el organizador, para después añadir que se trata de un film moderno en determinados elementos, como las cuestiones de género, ante el papel que la protagonista, Fiorella Faltoyano, asume, intentando buscar su sitio lejos de los estándares masculinos. 

La democracia trajo cine muy libre

Cuando la censura franquista era más fuerte, las críticas al régimen se hacían patentes mediante expresiones artísticas, de las que destacaron las canciones de los cantautores y las películas. La llegada de la democracia significó la eliminación de las medidas de control, y esto derivó en una especie de efecto rebote, y en un cine muy libre. Ricardo Jimeno concluye afirmando “En España, más allá de aproximaciones recientes, un poco más de fogueo, ha faltado una reflexión sobre determinados aspectos”.


Cuando el cine hacía reflexionar

 

EL CINE DORÉ, PROYECTA LOS 90 AÑOS DE LA CIUDAD UNIVERSITARIA

 


La reflexión de los años 70 se ha traducido en conformismo.

La Ciudad Universitaria fue frente durante el conflicto civil, núcleo de la oposición al franquismo y alma mater de algunas de las mentes más prodigiosas de España en las últimas décadas.

Recordó un chiste que el humorista Forges publicó en los tiempos en los que Manuel Fraga era ministro franquista, y en el que éste afirmaba “El régimen es como las lentejas, si quieres las tomas y si no, las rejas”

El cine de la Transición fue fundamental, un componente más del complejo panorama general del momento, pues dio voz a una generación que quería cambiar las cosas. 


“Esta película no podría hacerse hoy”. Éste fue el resumen que el aclamado director Manuel Gutiérrez Aragón realizó el pasado viernes, durante el coloquio que se celebró en la Filmoteca Nacional después de la exhibición de su film “Sonámbulos”. Esta cinta, que se enmarca dentro del ciclo de cine organizado con motivo del 90 aniversario de la Ciudad Universitaria, es todo un símbolo de cómo ha cambiado España en los últimos 40 años. En el momento en que se filmó, todo estaba por experimentar y por probar, tanto en cine como en política. Hoy, se consume rápido y casi nada deja poso. La reflexión de los años 70 se ha traducido en conformismo.

FELIPE MANCHÓN CAMPILLO

La Ciudad Universitaria de Madrid, actor fundamental de la vida académica y social española durante las últimas décadas, celebra este año su 90 aniversario. Ante dicha efeméride, la mayor parte de facultades sitas en el recinto han querido aportar su granito de arena a los fastos, mediante celebraciones y eventos de diferente calado. Uno de los más importantes procede de la facultad de Ciencias de la Información. Se trata de un ciclo, cuyo coordinador es el profesor Ricardo Jimeno, y que durante el mes de mayo ha recorrido los momentos más importantes de estos 90 años, mediante la exhibición de películas características de las diversas etapas, que tenían además relación con la universidad.

La Ciudad Universitaria testigo secular

Este ciclo ha creado un hilo conductor que ha unido la historia del recinto universitario con la del país, en un siglo en el que se vivió una República, una guerra, una dictadura y la restauración de la democracia. La Ciudad Universitaria fue frente durante el conflicto civil, núcleo de la oposición al franquismo y alma mater de algunas de las mentes más prodigiosas de España en las últimas décadas. Con el ciclo, los organizadores pretenden además constatar cómo el cine ha sido parte fundamental de la historia de España, y poner frente a los ojos de los espectadores los cambios que el séptimo arte experimentó con el paso de los años.

El 3 de mayo, esta iniciativa dio el pistoletazo de salida con la exhibición de dos películas, “Todos a una”, de 1934, y “Tesis”, grabada íntegramente en la facultad de Ciencias de la Información en 1996. Ésta fue la sesión inicial, sin embargo, a partir de entonces, las cintas que se exhibieron pertenecían a una etapa determinada. Dos días después, el tema fue la Guerra Civil. Dos películas cortas iniciaron el acto, y posteriormente, se proyectó “Tierra de España”, una película filmada en 1936.

Cartel Película: "Tesis", dirigida por Alejandro Amenabar. 

Avanzando en la historia, al día siguiente, se trató la etapa del franquismo y la contestación interna. La forma en que se planteó fue acertada, iniciándose con vídeos del régimen, entre ellos una edición del Noticiario Español, precursor del NO-DO, para continuar posteriormente con una película filmada por dos de los directores más importantes de la oposición al franquismo, Juan Antonio Bardem y Luis García Berlanga, y terminando con la emblemática “Muerte de un ciclista”, dirigida por Bardem. La siguiente fase, correspondiente a la Transición, se produjo el 19 de mayo.

Los abogados de Atocha

El escenario donde se proyectaban todas estas películas es el emblemático cine Doré, sede de la Filmoteca Nacional, y otro testigo mudo de la historia. A unos pocos metros de esta sala, se produjo uno de los hechos centrales y más trágicos de la Transición, el asesinato de cinco personas en un despacho de abogados laboralistas en el número 55 de la calle Atocha, el 24 de enero de 1977. Fue precisamente en ese año en el que Manuel Gutiérrez Aragón comenzó a filmar su película “Sonámbulos”, que fue la que se proyectó en la sala 1 del cine aquella tarde.

Esta película, la tercera que su director, que entonces tenía 36 años filmó, se ambientaba en la etapa final del franquismo, en un momento determinado, el Proceso de Burgos, un juicio contra dieciséis miembros de la banda terrorista ETA que se produjo en diciembre de 1970, y en el cual todos los acusados fueron condenados a muerte, aunque finalmente las penas de algunos de ellos se conmutaron por la presión internacional. Entonces, numerosos grupos de estudiantes pertenecientes a la izquierda, muchos de los cuales cursaban carreras en la Ciudad Universitaria, se movilizaron para pedir clemencia. El reparto era de lujo, con una jovencísima Ana Belén en el papel principal, y con actores conocidos de aquella época, como el argentino Norman Briski y María Rosa Salgado.

Gutiérrez Aragón y “Sonámbulos”

La cinta, que tiene una duración de aproximadamente 90 minutos y que fue estrenada en 1978, explora el campo de lo sobrenatural y su desarrollo es extraño y plagado de momentos en los cuales el espectador tiene problemas para seguir la película. Sin embargo, es profundamente rompedora, y el subtexto muestra un alejamiento progresivo con el pasado, tanto del cine como de la propia realidad social anteriormente vista. En ella, Manuel Gutiérrez Aragón no utiliza artificios ni trucos, y desarrolla un concepto completamente nuevo que nunca antes se había utilizado, pero que marcaría posteriores acercamientos de otros directores al respecto.

Inmediatamente después de que terminara la película y tal y como había anunciado Ricardo Jimeno al principio del acto, se inició un coloquio entre el profesor de la Universidad Complutense de Madrid José Luis Sánchez Noriega y el director de la película. Gutiérrez Aragón inició su intervención afirmando que cuando grabó esa cinta, todo estaba en transición, e incluso ambientó el momento personal que estaba pasando entonces.

En 1977, se dio de baja del Partido Comunista de España tras su legalización, al entender que el trabajo ya estaba hecho. Durante meses, contó, tenía previsto enviar una carta a Juan Antonio Bardem, conocido militante comunista y coordinador del grupo cinematográfico del partido, para explicarle las razones que le habían llevado a tomar esta decisión. Cuando Gutiérrez Aragón presentó “Sonámbulos”, Bardem le dijo que ya no hacía falta que le mandase esa carta, ya que entendía perfectamente sus razones.

Cartel Película: "Sonámbulos", dirigida por M. Guitierrez Aragon.

Lamento por el cine actual

Desde el punto de vista cinematográfico, esta película reflejaba la voluntad de un grupo de jóvenes directores de experimentar con nuevas formas de hacer cine, y que, en aquel caso, había evolucionado desde el cine de Bardem al del francés Jean-Luc Godard. En esta ocasión, Gutiérrez Aragón estaba en plena búsqueda expresiva, y de ella salió el proyecto de “Sonámbulos”, que significó un antes y un después en su carrera. El director también resaltó la importancia de haber podido grabar en el edificio de la Biblioteca Nacional, uno de sus sueños, transmitiendo el mensaje de que los libros eran el lugar donde se adquiría el conocimiento.

A la pregunta de uno de los asistentes al coloquio, Manuel Gutiérrez Aragón lamentó la deriva que el cine está tomando actualmente. “Cuando se estrenó esta película, que no podría grabarse hoy, las películas se quedaban más en la mente, era toda una ceremonia. El modo actual de ver cine dificulta la reflexión y el debate, y es una lástima” sostuvo, para después afirmar que la razón por la que él creía que la película había triunfado era porque entonces se les daba vueltas a las películas, y se les encontraba un nuevo sentido.

Casi al final del coloquio, surgió un debate respecto de un concepto aparecido en la película, el de las lentejas como símbolo del autoritarismo familiar y político, y cómo los personajes a lo largo de la cinta iban diciendo que no les gustaba ese plato, y por tanto que se rebelaban ante la autoridad. Una de las asistentes recordó un chiste que el humorista Forges publicó en los tiempos en los que Manuel Fraga era ministro franquista, y en el que éste afirmaba “El régimen es como las lentejas, si quieres las tomas y si no, las rejas”. Todos los allí reunidos coincidieron en que aquella película rompió algunas de las barreras previamente existentes en el cine, e hizo historia.

El cine de la Transición, fundamental

Al final, quedaron muchas lecciones a sacar de la película. La primera es meramente cinematográfica, y constata que durante los últimos años de la dictadura y primeros de la democracia, la aparición de directores jóvenes como Manuel Gutiérrez Aragón, Carlos Saura o Jaime de Armiñán, que tomaron el testigo de maestros como Bardem y García Berlanga y tuvieron incidencia en la forma de hacer cine de otros. El cine de la Transición fue fundamental, un componente más del complejo panorama general del momento, pues dio voz a una generación que quería cambiar las cosas. Es imposible entender el cine español sin estos directores.

La segunda lección obliga a reflexionar sobre la forma en la que se ven actualmente las películas, y sobre por qué este tipo de cintas no podrían producirse en nuestros tiempos. Antes, cuando Gutiérrez Aragón grabó “Sonámbulos”, las películas tardaban años en grabarse, ya que lo que importaba era que se quedase un mensaje en el público, y que éste hiciese reflexionar al espectador y en última instancia cambiar de alguna manera su vida. Hoy, toda esa reflexión está enterrada debido al modelo de ver películas, que ofrecen una docena de títulos diferentes al espectador, y que centran su interés en el corto plazo, y no en producir efectos duraderos. Ésa es la principal razón por la que esta película, y otras tantas, solamente podían hacerse durante aquellos años de cambio.

Paralelamente a la pérdida de fuerza de la Transición y del espíritu de unión y fraternidad que la caracterizó, el cine español ha ido perdiendo calidad. En los años 70 y principios de los 80, tanto el cine como en la política estuvieron marcadas por la exploración de nuevas formas de actuar, porque no había nada que perder, y porque merecía la pena intentar cambiar las cosas. Sin embargo, a medida que lo nuevo se convirtió en fijo, la tendencia de arriesgar y probar alternativas diferentes fue desapareciendo progresivamente, y todos se fueron conformando con lo establecido. Esa tendencia ha ido reproduciéndose con el paso de los años, y no hay vistos de que se revierta.

Y es una lástima, porque pocas artes expresan mejor el cambio que el cine. El buen cine es una práctica cuidadosa y lenta, en la que el director explora su alma y todo lo que lleva dentro y descubre sorpresas con las que no contaba. Es el que motiva, el que sorprende, el que emociona, el que lleva a actuar. Es aquel que perdura por muchos años que pasen, del que queda siempre grabada a fuego una imagen, un diálogo, una secuencia que permanece en lo más profundo de la memoria. Por eso es necesario que los directores retomen ese impulso reflejado por las películas de directores como Gutiérrez Aragón o Saura, experimenten, cuestionen lo establecido y planteen debates internos a los espectadores. El cine no debe servir únicamente como mecanismo de desconexión, sino que debe hacer reflexionar. Entonces será cuando vuelva la edad de oro del cine español.

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