CÚPULAS DE ORO, FUENTES ETERNAS. ARTE E HISTORIA POR LOS SIGLOS DE LOS SIGLOS
CUADERNO DE VIAJE: ITALIA (1/3)
CÚPULAS DE ORO, FUENTES ETERNAS. ARTE E HISTORIA POR LOS SIGLOS DE LOS SIGLOS
IGNACIO POBLACIÓN BERNARDO /Catedrático
Benito Pérez Galdós, admirado autor de los Episodios Nacionales, en los que brilla como un faro en la oscuridad de la noche su amor hacia España, nos ha legado también ocho crónicas que relatan su viaje a Italia en 1888, que como seguramente sabéis hizo en compañía de su amigo José Alcalá Galiano. Creo que todos deberíais leer dichas crónicas, porque mejorarán vuestros conocimientos sobre el periodismo profesional y también sobre la comunicación.
Laocoonte y sus hijos
Ante los ojos de este canario genial pasaron, entre otras, las ciudades de Roma, Pompeya Venecia, Florencia, Nápoles y Padua – los italianos escriben Padova – y en todas ellas, creo yo, que un alma tan sensible como era la suya tuvo que disfrutar mucho, pues son tantas las obras de arte que se acumulan en ellas y tan densa la historia que subyace en cada una, que puedo asegurar que todos deberíamos de viajar a Italia, por lo menos una vez en nuestra vida.
Salvando lógicamente las distancias, también el que estas líneas escribe acaba de regresar de Italia y ya me gustaría poder describir mi viaje con la viveza y el colorido con el que lo hace nuestro ilustre académico de la Real Academia Española. Sin embargo, y aun siendo consciente de todas mis limitaciones, voy a intentarlo, si bien por razones de espacio solo me limitaré a hablaros algo en esta ocasión de Roma y de Pompeya.
Roma, la vieja y eterna señora
La primera ciudad que nos sorprende es la vieja Roma, indiscutible señora del orbe durante más de siete siglos ya la que no sin razón se la llama “ciudad eterna”. Emociona comprobar cómo en pleno siglo XXI se conservan los nombres que un día la hicieron famosa: las vías Apia, Tiburtina, Flaminia, por ejemplo, sobre las que se han construido carreteras y autopistas, la vieja muralla aureliana, el Puente Milvio en el que Constantino venció a la tropas de Majencio: In hoc signo vinces ¿recordáis? Pasead luego por el Foro, actualmente cerrado al tráfico, y admirad lo que queda de las magníficas construcciones que lo adornaron. No; no fueron los bárbaros quienes las destruyeron, sino los papas de la Iglesia católica-romana, que arrancaron sus columnas de mármol para convertirlas en yeso con el que construir sus iglesias.
Entrad en el edificio del Senado, que se conserva prácticamente intacto y considerad esto: allí estuvieron, hablaron, discutieron, se alegraron y entristecieron Cicerón, Pompeyo, Julio Cesar, Marco Antonio… Bastante más allá está El Coliseo, las Termas de Caracalla, la Domus Áurea, residencia de Nerón… ¡tantas y tantas cosas que debéis de recorrer, aunque os rinda el cansancio¡
Techo de oro, de Isabel y Fernando
Deteneos ante el Panteón de Agripa, del siglo I, y observad su increíble cúpula. ¿Cómo pudieron construirla con los medios de la época? ¿Verdad que el genio humano cuando se emplea en cosas buenas es admirable? Y hay muchas otras cosas que debéis ver: El palacio Quirinal, la columna de Trajano, la Basílica de Santa María la Mayor, con su techo de oro gracias a nuestros reyes católicos, que se lo regalaron a Alejandro VI.
La célebre fontana de Trevi, recientemente restaurada, parece un hormiguero de gente. Os va a costar algo de trabajo hacer fotos, pero intentadlo y no olvidéis fotografiar la base rocosa sobre la que se sustenta.
Los bárbaros no se atrevieron, los Barberini, si
Y el Vaticano. La monumentalidad de la gran Basílica de San Pedro os aplastará literalmente, sobre todo si os ponéis debajo de las columnas de bronce que flanquean el altar mayor – el famoso baldaquino, cuyo nombre procede de la ciudad de Bagdad - ¿Sabéis que su bronce formaba parte del Panteón? La familia Barberini lo arrancó y por eso los romanos dicen: “Lo que no se atrevieron a hacer los bárbaros lo hicieron los Barberini” Poned vuestros pies sobre los bellos mosaicos procedentes de antiguos templos paganos y acercaos a San Pedro, que está sentado en su Cátedra, pero no habléis mucho porque pisáis suelo sagrado.
Los frescos que adornarían el Paraíso
Cruzad los museos vaticanos – y digo cruzad porque no podréis deteneros mucho tiempo para admirar sus maravillas -. El grupo escultórico del sacerdote Laooconte y sus hijos está tan al fondo que apenas podréis admirarlo. Deteneos ante la llamada bañera de Nerón, fabricada en pórfido y admirad las estatuas, tapices y cuadros que cubren metros y metros de las paredes de las enormes galerías….hasta que lleguéis a la Capilla Sixtina. Si existe un Paraíso, los frescos del gran Miguel Ángel tienen que formar parte de él.
En coche o en autobús podéis cubrir la distancia que separa Roma de Nápoles en unas dos horas y media, pero mucho antes de llegar ya podréis ver el Vesubio. En el año 79 de nuestra era una terrible erupción que duró tres días con sus noches sepultó a Colonia Venérea Pompeya – se llamaba así porque estaba bajo la advocación de Venus, no penséis otra cosa – y abrasó en hirviente lava a la vecina Herculano. Vais a retroceder en el tiempo la friolera de dos mil años….Vais a admirar sus fuentes, sus calles, sus antiguos comercios, sus templos y su Foro.
Lo que el volcán de la Venérea Pompeya
Todo está bastante bien conservado, ya que Pompeya no fue destruida por la lava del volcán, sino por sus gases deletéreos, que asfixiaron a sus habitantes mientras huían. Visitad su panadería, con sus pequeños molinos para convertir el trigo en harina y su horno, que parece actual o uno de sus bares, en los que pueden verse aún los orificios en los que se colocaban las enormes jarras de vino. No os olvidéis visitar alguna de sus bellas mansiones en las que se conservan mosaicos de gran belleza, aunque los mejores se hallan en el Museo de Nápoles y no os engañéis: esas figuras que parecen hombres, mujeres y niños sorprendidos en diversas posturas por los gases que les mataron son, en realidad, simples copias de los verdaderos restos realizadas mediante un complicado procedimiento que no os puedo explicar ahora. De todos modos impresionan mucho.
Entonces como ahora los pobres eran muy pobres y los ricos muy ricos, pero todos parece ser que se divertían de lo lindo tanto en el gran teatro, que se conserva intacto, como en el gimnasio, del que únicamente restan algunas columnas. Además había más de 50 burdeles en la ciudad que competían ferozmente entre sí y eso, como saben muy bien mis alumnos de economía, hacía bajar mucho los precios.
Pompeya vivía fundamentalmente del turismo y del comercio, pero sus tiendas eran muy pequeñas y todas estaban en la parte baja de los edificios. Al igual que ahora, existían pequeños apartamentos en los que vivían las familias de los comerciantes, que trabajaban abajo durante todo el día y en el Museo de Nápoles, al que antes me refería, podréis admirar enseres, utensilios, muebles, mosaicos de gran belleza y hasta barras de pan petrificadas.
Nápoles, siguiente estación
Quisiera proseguir hablándoos de la ciudad de Nápoles, en tiempos perteneciente a la Corona de Aragón, de su palacio en el que primero residieron los virreyes españoles y después los reyes de Nápoles, de San Genaro, del llamado castillo nuevo, que construyeron los franceses y de los napolitanos, que son unos italianos muy singulares, pero no quiero abusar de la amabilidad de la directora de nuestro diario, que me ha ofrecido un espacio para hablaros de estas cosas. Tal vez en otra ocasión pueda proseguir haciéndolo, pero creo que con lo dicho espero haberos convencido de que merece la pena visitar la bella y riente Italia.
Ya sabéis que hay tres formas de aprender y solo tres: La primera es escuchando con atención a los maestros y profesores; la segunda es leyendo y razonando textos previamente seleccionados – hay que leer mucho, pero no muchos libros – y la tercera viajando. ¿Os dais cuenta de que mientras viajamos preguntamos, reflexionamos y leemos?
Para terminar una pregunta capciosa: ¿habéis leído hasta aquí? Es que me dicen que los jóvenes no leen gran cosa ¿es verdad?
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