CATALUÑA, EL NUDO CIEGO DE ESPAÑA
Análisis
CATALUÑA, EL NUDO CIEGO DE ESPAÑA
Es la palabra más pronunciada en la política española en las últimas semanas. Desde hace unos días, es imposible abrir un periódico o ver un telediario sin que las noticias sobre Cataluña y su agenda independentista capturen toda la atención del lector. A pesar de que la situación comenzó a acelerarse hace cinco años, con la celebración de la primera manifestación con claro contenido independentista, la aprobación de la ley para la convocatoria de un referéndum de autodeterminación para el próximo 1 de octubre por parte del Parlament de Cataluña, que se produjo el pasado 6 de septiembre, ha provocado ya una sensación de ruptura formal entre ambas partes cuyo final inmediato es impredecible.
De un lado, el Gobierno de España asegura que no habrá referéndum, y, tras recurrir a las altas instancias judiciales toda la legislación aprobada por la cámara catalana respecto de una hipotética separación, buscan cómo detener la sangría. Entre las propuestas que se han puesto en marcha, está la de denunciar a todos los miembros del Gobierno catalán por varios delitos, exigir a los Mossos d’Esquadra que impidan cueste lo que cueste la votación, e iniciar una búsqueda de urnas y papeletas. Sin embargo, en la mente de todos planea la aplicación del artículo 155 de la Constitución, que supondría la suspensión de la autonomía de Cataluña, una medida contundente y sin marcha atrás que parecía descartada, pero que va ganando fuerza con el paso de los días.
Por su parte, el Gobierno de la Generalitat parece no darse por enterado de toda la campaña que el Estado está organizando para evitar sus propósitos secesionistas, e insiste en que, pese a quien pese, el referéndum se celebrará. Las declaraciones del presidente Carles Puigdemont permiten afirmar que la perspectiva de una destitución o incluso de una detención no le asusta, y que continuará hasta el final. Las sucesivas prohibiciones han provocado que los partidarios del referéndum busquen métodos imaginativos para salirse con la suya, como la sugerencia de acudir a las urnas con la papeleta impresa de casa. Parece improbable que, a estas alturas, el ejecutivo catalán no vaya hasta las últimas consecuencias e intente culminar su política, al precio que sea.
Imagen de la manifestación de la Diada el lunes 11 de septiembre en Barcelona (FOTO: Twitter)
Un problema que no desaparecerá solo
Las supuestas malas relaciones entre Cataluña y el resto de España tuvieron una tregua el 17 de agosto, con los ataques terroristas en la Rambla de Barcelona y en el paseo marítimo de Cambrils, que finalizaron con 16 personas muertas y más de 100 heridos. Durante ese día, y en los que le siguieron, la unidad institucional fue total, y todos se unieron al grito de “No tinc por (No tengo miedo)”, en solidaridad con las víctimas. Sin embargo, la tregua provocada por la tragedia terrorista pronto terminó, y los dos bandos, completamente definidos y enfrentados, volvieron a separarse y a acusarse mutuamente, demostrando que la relación actual, al menos a nivel político, está caracterizada por una profunda desconfianza compartida.
Es imposible determinar en qué momento exacto esta desconfianza nació, y el independentismo comenzó a aumentar en las actuales proporciones, y sobre todo por qué. Lo que es cierto, sin embargo, es que, tras cinco años de tira y afloja, las relaciones entre Gobierno central y Generalitat de Catalunya están muy dañadas, y es necesaria una acción decidida y compartida en el medio plazo para reconducir las aguas. El Gobierno catalán, dirigido primero por Artur Mas y después por Carles Puigdemont, ha demostrado que desea la independencia, aunque ello suponga ir en contra de la Constitución, que prohíbe tajantemente cualquier referéndum secesionista que pueda romper la unidad de España. El Gobierno español, por su parte, ha dejado de atender el problema demasiado tiempo, confiando en que el soufflé separatista se desinflase y el problema desapareciese solo, y su actual respuesta podría definirse como torpe, pese a haber tenido años para preparar una respuesta clara.
Hay un dato indudable, que se puede consultar en cualquier encuesta, que indica el aumento exponencial de los partidarios a la independencia en el último lustro. La razón de esta subida puede encontrarse en el fenómeno de los “independentistas accidentales”, personas que anteriormente defendían posiciones federalistas o partidarias del nivel de autonomía derivado de la Constitución, pero que tras la sentencia del Tribunal Constitucional de 2010 que anulaba parte del Estatut de Cataluña han ido evolucionando hacia el secesionismo. Esto ha sido lo que ha provocado que el porcentaje haya crecido hasta un 50% en algunos momentos de la actual coyuntura.
El Gobierno catalán y la mayoría parlamentaria sobre la que se asienta han defendido durante todo este proceso que, de producirse la secesión, Cataluña se convertiría en una república independiente que sería parte de la Unión Europea. Las instituciones comunitarias han respondido en repetidas ocasiones que esto no es así y, que en el caso de que la separación de Cataluña se produjese, estos tendrían que presentar una solicitud de integración, y esta pasaría a estar a la cola. Los contrarios a la independencia catalana también han atacado esta postura, que consideran que el Gobierno está mintiendo a sabiendas. Sin embargo, uno de los errores más difundidos a la hora de abordar este problema es reducirlo a un problema político o económico. Si la situación ha llegado a estos extremos, ha sido por el empuje de una importante parte de la sociedad catalana, descontenta con algunas políticas y acontecimientos.
Cuatro voces unidas contra la independencia
El miércoles 6 de septiembre por la tarde, a la misma hora en que el Parlament de Cataluña discutía sobre la aprobación de la ley de convocatoria del referéndum, la librería Blanquerna, sede de la delegación del Gobierno catalán en Madrid, se llenó de público para la presentación de un libro escrito "a cuatro manos" por cuatro hombres con una dilatada trayectoria política y profesional a sus espaldas, con diferencias ideológicas, pero con un nexo común: la oposición a la independencia de Cataluña. Josep Borrell, exministro de Obras Públicas con el PSOE; Josep Piqué, exministro de Asuntos Exteriores con el PP; Francesc de Carreras, catedrático de Derecho Constitucional y uno de los fundadores de Ciudadanos; y Juan-José López Burniol, exdecano del Colegio de Notarios de Cataluña y en la órbita del PSC; han sido los autores de un libro coral llamado “Escucha, Cataluña. Escucha, España. Cuatro voces a favor del entendimiento y contra la secesión”, en el que confrontan sus visiones particulares sobre la actual situación en Cataluña, y sobre cuál debe ser la solución.
Josep Borrell: UN PROBLEMA DE ENCAJE
Tras una breve intervención por parte del responsable de la editorial, que mostró su convicción de que el libro no llegaba demasiado tarde, porque "aún se está a tiempo de arreglar las cosas", el primero en intervenir fue Josep Borrell, quien inició su parlamento afirmando que este libro se escribe muy tarde, porque hay mitos, errores y falsedades que se han dejado sin respuesta. “Esto es un problema de encaje de Cataluña en España – afirmó – pero también es un problema de catalanes con catalanes”. La situación actual es de una división total, que se manifiesta en que la mitad de la población de Cataluña no quiere irse de España, y que contradice a la idea de la Generalitat de que la unidad popular en el asunto de la independencia es total, según defendió el exministro.
Borrell miró hacia atrás para afirmar que el problema viene de lejos, y que fue durante la presidencia de Jordi Pujol cuando se sentaron las primeras bases de la actual situación, en una actitud desleal con la Constitución. Para el exministro socialista, una parte de la sociedad catalana está intoxicada con la historia del agravio fiscal, y que, por tanto, es necesario poner en marcha medios de comunicación para compensar el esfuerzo que están haciendo los medios independentistas. Para terminar su exposición, el también expresidente del Parlamento Europeo explicó las dos alternativas existentes según su punto de vista. La primera sería buscar un acomodo específico de Cataluña en el resto del Estado, una solución ad hoc al problema. La segunda pasaría por ir más allá, y construir un Estado federal, un procedimiento más largo y más difícil, pero tras el cual, para Borrell, que es partidario de esta solución, el Estado quedaría organizado seriamente.
Francesc de Carreras: LA ESPIRAL DEL SILENCIO CATALANA
El catedrático de Derecho Constitucional Francesc de Carreras eligió como tema para su ensayo dentro del libro un estudio de cómo se ha llegado a esta situación. “No es algo que venga de 2012, ni siquiera de la época del Estatut, sino de lejos” afirmó. Para él, los catalanistas siempre han defendido reivindicaciones relativas a la creación de una identidad colectiva propia. Todas las demandas de este tipo quedaron satisfechas por el nivel de autonomía concedido a Cataluña por la Constitución aprobada en 1978, lo que obligó a los nacionalistas a subir el listón, con el objetivo final de obtener la independencia. La reforma del Estatut fue un escalón para llegar más alto.
Carreras insistió posteriormente en la teoría de la espiral del silencio, afirmando que en Cataluña se ha callado mucho en estos años, y comparando esta situación con el macartismo, la caza de brujas que el senador norteamericano Joseph McCarthy dirigió contra supuestos comunistas. Asimismo, afirmó que el Estatut no hacía falta, porque creó sinergias entre CiU y ERC que en este momento se han convertido en una alianza política de importancia. Francesc de Carreras dejó claro que el 1 de octubre no habrá referéndum, pero que la situación será tensa, y animó a que todas las personas que han callado durante estos años hablen ahora.
El editor del libro, Josep Piqué, Josep Borrell y Francesc de Carreras (FOTO: Twitter)
Juan-José López Burniol: HA FALLADO LA PRUDENCIA
El notario Juan-José López Burniol declaró estar inmensamente triste ante lo que estaba incurriendo en el Parlament, y afirmó que no es la primera vez que esto ocurre, puesto que siempre que España recupera la libertad, el problema catalán, que él definió como problema español. “Nos hemos engañado recíprocamente, y nos hemos mentido muchas veces – reconoció – a muchos españoles les cuesta mucho aceptar la singularidad catalana, y en Cataluña se ha concebido a España como una entidad débil, y no lo es”. Para él, desde la aprobación de la Constitución, no ha habido una descentralización política de las competencias, sino meramente administrativa.
López Burniol afirmó que la ruptura se estaba produciendo ese día, y de manera grosera, aunque ha venido precedido de una etapa mutua de enroque en la que ninguna de las dos partes ha actuado acertadamente. Posteriormente, insistió en la necesidad de buscar un espacio común de convivencia entre Cataluña y el resto de España, en un diálogo que no debía ser dialéctico, sino transaccional, en el que no hace falta quererse, pero en el que se comparte un modus vivendi. El notario detalló cuatro puntos sobre los que el Estado tendrá que negociar para reintegrar a Cataluña en la dinámica nacional: el reconocimiento de una identidad catalana, el control del idioma catalán por parte de la Generalitat, la construcción de una agencia tributaria compartida, y en última instancia, la convocatoria de una consulta vinculante cuya naturaleza debería discutirse posteriormente. López Burniol cerró su intervención señalando que había fallado la prudencia, y por eso se había llegado a esta situación.
Josep Piqué: RECUPERAR LA TRADICIÓN DE HACER POLÍTICA
Cerró el turno de palabra el exministro del Partido Popular Josep Piqué, que se definió como catalán español, y que, como ya había hecho López Burniol, dijo tener un sentimiento de tristeza, de desazón y desasosiego ante la actual situación, que definió como trágica desde muchos puntos. Para él, el actual proceso de construcción nacional catalana comenzó formalmente en los años 80, aunque su origen es muy anterior. “En estos años se han utilizado muchas palancas por parte de los políticos catalanes para forzar la situación. Las más importantes han sido la política educativa y la política de medios de comunicación, que deberían estar en manos de todos, pero no lo están” afirmó, para después añadir que en estos años se han oscurecido los símbolos comunes en Cataluña.
Imagen de la sala durante la presentación del libro (FOTO: Twitter)
Piqué definió como agravio difuso las actuales reivindicaciones nacionalistas, que afirmó que están condenadas al fracaso, pero no significa que la derrota vaya a ser fácil. Asimismo, sostuvo que los independentistas han cometido un error de cálculo muy grave, al pensar que España estaba muy débil, cuando no es así. El exministro señaló que el escenario más probable es el de unas nuevas elecciones anticipadas, pero que los costes de la actual situación ya son terribles, y que además todo puede complicarse si las movilizaciones anunciadas por los secesionistas degeneran. Para Piqué, la solución es recuperar la tradición de hacer política frente a un grupo que busca la provocación jurídica y política. Es necesario llegar a los sentimientos, corazones y mentes de todos para compartir un proyecto que se llama España.
El diagnóstico común que pudo extraerse de todas las intervenciones fue que el problema actual no terminará el próximo 1 de octubre, y que no vale solamente con aplicar la ley, sino que habría que estudiar otro tipo de soluciones, que podrían pasar por una reforma constitucional que cambie el modelo de Estado y una consulta legal y pactada en la que los catalanes puedan decidir su futuro. Pese a la actual situación, insistieron en que aún se está a tiempo de rehacer los puentes rotos, haciendo falta solamente voluntad política para llevarlo a cabo.
Diada en pleno centro de Madrid
El miércoles 13 de septiembre, dos días después de la Diada Nacional de Cataluña, y una semana después del acto anterior, la Delegación del Gobierno de la Generalitat en Madrid celebró su tradicional acto de celebración en los jardines del edificio Zurich, junto a la librería Blanquerna. El ambiente era festivo y distendido, motivado en parte por el hecho de que la celebración fuese al aire libre. En los momentos previos al inicio del acto, se pudo ver a personalidades como la abogada Cristina Almeida, las diputadas Meritxell Batet y Lídia Guinart, el periodista Ernesto Ekaizer y el exdelegado de la Generalitat en Madrid Santiago de Torres.
Ferran Mascarell, delegado del Gobierno de la Generalitat de Cataluña, inició el acto con un discurso breve pero claro en el que insistió en la voluntad de Cataluña de que este acto fuese una celebración de esperanza que honrase a Cataluña como una sociedad abierta que lucha por su memoria colectiva. “Celebrarlo en Madrid tiene algo de especial, porque aquí está la sede del poder político español, y porque el movimiento político que se ha producido en Cataluña no siempre ha sido bien interpretado por el Madrid político y mediático” afirmó.
¿Qué pasará el 1 de octubre?
Sobre este encuentro, con carácter festivo, flotaba una sensación de provisionalidad compartida. Se avecinan curvas en Cataluña. Los últimos días se han caracterizado por una intensa acción judicial. El pasado miércoles, la Fiscalía General del Estado advirtió a 712 alcaldes catalanes de que no podían permitir el referéndum en sus municipios, bajo amenaza de ser detenidos por secesión. Un día antes, un juez de Madrid prohibió un acto en instalaciones municipales de un colectivo partidario del derecho a decidir. La excesiva judicialización del problema ha sido criticada no solamente por los partidarios de la independencia, sino por algunos sectores de la política y la judicatura que entienden que se ha ido muy lejos con esta cadena de prohibiciones, y que dudan de su efectividad.
El debate está centrado en qué ocurrirá el 1 de octubre, fecha en la que el Gobierno catalán ha convocado el referéndum. El enfrentamiento está tan al rojo vivo que lo que pueda pasar el primer día de octubre es absolutamente impredecible. En el caso de que finalmente el Gobierno español consiga impedir la consulta, el escenario más probable es el de un adelanto electoral, dos años después de las últimas elecciones. El problema es que la mayoría de los partidos catalanes no están preparados para esta cita con las urnas en la cual la campaña estaría, de nuevo, centrada en la secesión.
Si, por el contrario, y pese a los intentos del Gobierno para impedirlo, hay votación, el resultado estaría cantado, con un voto mayoritario favorable a la independencia. Probablemente, y en las horas siguientes, se convocaría una sesión extraordinaria en el Parlament catalán en la cual la posibilidad de aprobar una declaración unilateral de independencia estaría encima de la mesa. Si esta declaración se aprueba, la siguiente decisión política que ocurriría sería la aplicación del artículo 155 de la Constitución, que supondría la suspensión de la autonomía catalana y la destitución del Gobierno de la Generalitat por otro. Sea cual sea la solución, el problema seguirá encima de la mesa.
Es bastante improbable que, en los próximos meses o incluso años, se llegue a una solución en Cataluña que convenga a todos. Sin embargo, si de verdad se quiere que el problema finalice, será necesario un acuerdo de todas las partes, que en ningún caso podría imponerse al otro. La buena voluntad y el deseo de entendimiento serán fundamentales para reconstruir el marco de convivencia fracturado, y para trabajar juntos en la elaboración de un país más plural en que las diferencias de todo tipo puedan expresarse libremente.
"Once onces de septiembre"
Ferran Mascarell insistió en la necesidad de reivindicar los afectos entre las sociedades, y de llevar a cabo encuentros en positivo para acabar con la negación. La Diada, según Mascarell, tiene la función de que se comprendan los anhelos catalanes, pero también de que se transmitan los deseos de estima y buena relación con España. Asimismo, reconoció ser partidario de la opción independentista, puesto que, según él, se trata de una reivindicación popular del sentir mayoritario de los catalanes que quieren decidir mediante referéndum, como se hizo patente en la manifestación de la Diada en Barcelona.
El escritor y periodista Màrius Serra, durante su intervención (FOTO: Felipe Manchón Campillo)
Tras Mascarell, tomó la palabra el periodista y escritor Màrius Serra, que pronunció una glosa llamada “Once onces de septiembre”. En ella, hizo un repaso de la actual situación, e intentó definir lo que, para él, es una nación. Defendió que el origen del actual catalanismo es la cultura común, lo que no significa necesariamente una postura nacionalista. “Yo prefiero un país que saluda a uno que riñe, uno que propone a otro que dispone, prohíbe e impone” declaró Serra, en clara referencia a las últimas actuaciones judiciales contra los independentistas, y recordó la campaña contra el cineasta Fernando Trueba después de que este afirmase, al recibir el Premio Nacional de Cinematografía en 2015, que nunca se había sentido español ni cinco minutos, derivando en un boicot que, según el orador, fue llevado a cabo por aquellos que suelen bramar contra todo nacionalismo excepto el propio.
Nación: un nuevo "edificio mutante"
En cuanto al concepto de nación, Màrius Serra evocó un ejemplo, el llamado “edificio mutante de Nou Barris”, un edificio que el orador veía cada noche, pero que cambiaba de aspecto cada noche. Poco tiempo después, el escritor y periodista descubrió que la razón de esto es que era una escuela de formación para artistas cuyos alumnos hacían las prácticas sobre el propio edificio. Para él, una nación debe ser un edificio con base sólida y estructura estable, capaz de cambiar cuando fuera necesario, en el que nada es inmutable y nada se da por hecho. La conquista de esta nación, según Serra, se producirá el próximo 1 de octubre mediante el ejercicio del voto, que, utilizando la analogía del edificio, dará un nuevo aspecto a Cataluña según sus habitantes hayan decidido.
Tras la aplaudida intervención de Màrius Serra, Ferran Mascarell y el invitado estrella de la tarde, el consejero de Interior de la Generalitat Jordi Turull, concedieron las medallas “Amigos de Blanquerna” a ocho personas destacadas en la difusión de la cultura catalana en Madrid. Entre los premiados estuvieron la actriz Silvia Marsó, el presidente del Círculo Catalán de Madrid Albert Masquef y el escritor Ignasi Riera. El presidente de AMESDE, Jaime Ruiz, declaró que Madrid no sería igual sin la cultura catalana, y la empresaria Pepa Sarassa, que pronunció su discurso en catalán, afirmó que el futuro de Cataluña debía construirse de acuerdo con la voluntad de su pueblo, y que ella tenía dos amores: su familia y Cataluña.
Ni renuncia, ni resignación, ni rendición
El momento estelar de la jornada fue la intervención del consejero de Presidencia y portavoz del Gobierno de la Generalitat Jordi Turull. Antes de que comenzase el acto, Turull concedió unas declaraciones a los medios de comunicación en la que criticó la reciente decisión del Gobierno de cerrar la página web oficial del referéndum de la Generalitat. El consejero quiso, en su discurso, insistir en que el Gobierno está determinado a continuar con el referéndum del 1 de octubre, como una forma de culminar el proceso de la manera más clara y democrática posible, dando la voz a los ciudadanos.
Jordi Turull pronuncia su discurso (FOTO: Felipe Manchón Campillo)
Turull afirmó que el Gobierno de España nunca ha querido negociar al respecto de la situación en Cataluña. “Hemos ofrecido diálogo, pero siempre hemos recibido el no como respuesta, y la resignación y la amenaza como bandera” sostuvo el consejero. El representante del Gobierno de Cataluña en este acto afirmó posteriormente que la palabra resignación no existe en el diccionario del político catalanista, y que, si bien optan por el diálogo como solución al problema, no contemplan cumplir las tres condiciones que, según él, exige el Estado: renuncia, resignación y rendición.
Para el conseller, la cohesión social de Cataluña no está en riesgo, pese a que desde los contrarios a la secesión se afirme que este proceso independentista está provocando una gran división en la sociedad catalana. Turull defendió que entre el 70 y el 80 por ciento de la sociedad catalana es partidaria de una consulta para decidir el futuro político, con independencia de si defienden el voto positivo o negativo. “No se crean según qué cosas que se cuentan sobre Cataluña – pidió el consejero al final de su discurso – es un lugar diverso y plural. Hay un grave problema de percepción de la realidad de Cataluña, y se da una imagen que ni ha sido, ni es, ni será”.
El acto terminó con un breve concierto por parte de la cantante Lídia Pujol y del guitarrista Pau Figueres, y con la interpretación del himno de Cataluña, “Els Segadors”, que fue cantado por muchos de los presentes puestos en pie. De todo lo visto en este acto, cualquier observador podía constatar que las acciones de todo tipo que se están formalizando por parte del Gobierno de España para intentar parar el referéndum del 1 de octubre no están sirviendo para desmoralizar al bando secesionista, que, al contrario, sigue decidido a defender las posturas independentistas y a intentar celebrar una consulta para manifestarse sobre su futuro.
Comentarios
- No se han encontrado comentarios
Deja tus comentarios
Enviar un comentario como invitado