YUGOSLAVIA, 25 AÑOS DESPUÉS
YUGOSLAVIA, 25 AÑOS DESPUÉS
Al mariscal Tito le enterraron dos veces. Cuando el líder de la República Federal de Yugoslavia falleció en 1980, su funeral congregó a numerosas personalidades extranjeras, que presenciaron solemnemente cómo el féretro era introducido en la tierra, en la Casa de las Flores en Belgrado, ante las cámaras de televisión. Lo que las cámaras no captaron fue que, aquella noche, el féretro fue desenterrado, la fosa fue profundizada, y se colocó encima, mediante una grúa, un sarcófago de 9 toneladas para evitar que el cuerpo pudiera ser robado, como el de Charlie Chaplin dos años antes.
Con la desaparición del mariscal, comenzaba la cuesta debajo de una federación que consiguió ser sólida durante más de 40 años, pero que empezó a resquebrajarse, y saltó en mil pedazos en 1992, de manera trágica por las mortíferas guerras que consternaron a todo el pueblo yugoslavo. 25 años después, las repúblicas que surgieron de la antigua Yugoslavia dan pasos hacia la consolidación democrática, pero en lo más profundo de su imaginario colectivo, permanece el miedo y el horror por lo vivido en la guerra.
Entrevista a Pablo Sapag, docente e investigador de la UCM
Con la muerte de Tito empezó todo
La República Federal Socialista de Yugoslavia nació oficialmente tras la Segunda Guerra Mundial, en 1945. Surgió a partir de los grupos antifascistas que se opusieron a la Alemania nazi, que tuvo una gran presencia en la zona durante el conflicto mundial, llegando a instalar una república títere en Croacia al mando de Ante Pavelić, responsable de crímenes contra la humanidad. Los resistentes contra la ocupación nazi de Yugoslavia estaban divididos entre dos grupos, los monárquicos, partidarios del rey Pedro II, y los partisanos, de ideología comunista, y cuyo líder era un mariscal croata, Josip Broz, más conocido como Tito. La guerrilla partisana fue clave en la derrota nazi, y, tras la guerra, Tito se convirtió en el líder del nuevo país.
La ideología de Tito fue evolucionando desde un absoluto acatamiento del comunismo soviético más ortodoxo hasta un progresivo alejamiento, que se manifestó en 1955, con la ruptura oficial entre el líder yugoslavo y Stalin. Esto provocó que el mariscal Tito iniciase una política propia en todos los aspectos, manteniendo los elementos más característicos de su ideología, pero imprimiendo su propia huella. Económicamente, puso en marcha el llamado “socialismo de mercado”, y socialmente, como una forma de mantener la confederación unida, convirtió en política el eslogan “Hermandad y unidad”, queriendo de esta manera eliminar las posibles reivindicaciones nacionalistas. El mariscal tuvo éxito a la hora de aplicar estas medidas, que pasaron a ser conocidas internacionalmente como “Titoísmo”. Tito fue también fundamental en la formación del Movimiento de Países No Alineados, que se oponían al imperialismo, pero lejos de la órbita comunista. De esta manera, Yugoslavia consiguió consolidar una tercera vía en la época de la bipolaridad.
El mariscal Tito (FOTO: Twitter)
Sin embargo, y tras un progresivo deterioro de su salud, Josip Broz “Tito” falleció el 4 de mayo de 1980 a los 87 años. Como ocurre con muchos regímenes políticos en los cuales la influencia de un líder ha sido fundamental, la Yugoslavia comunista empezó a perder fuerza y unidad. El mariscal Tito, durante sus casi cuatro décadas en el poder, había sido un elemento aglutinador único, que había conseguido que facciones enfrentadas tradicionalmente se uniesen alrededor de él como líder emblemático. A su muerte, el final de Yugoslavia comenzó.
Como una forma de intentar evitar la debilidad ideológica, se activó el artículo de la Constitución yugoslava de 1974 que ponía en marcha la llamada “presidencia colectiva”. Tito había reformado la Carta Magna, pero había dejado claro que él tendría el poder hasta su muerte. A partir de entonces, se establecía una especie de turnismo, según el cual la presidencia de la confederación yugoslava sería ejercida cada año por el líder de cada país y de cada región autónoma que formaban la confederación. Sin embargo, esta solución no funcionaría en el medio plazo.
Aumentan las tensiones raciales y aparece Milošević
En los años siguientes, las grietas en la anteriormente inquebrantable Yugoslavia empezaron a aumentar, sobre todo a nivel étnico. En 1981, empezaron los choques entre las minorías serbias y albanesas en Kosovo, donde también había reivindicaciones para el reconocimiento como república. Los problemas se mantuvieron durante toda la década de los años ochenta. La solución fue el envío a la zona de tropas, lideradas por el general serbio Slobodan Milošević. Milošević era un convencido comunista que había defendido a rajatabla las posturas contrarias al nacionalismo defendidas por Tito. Sin embargo, en esta situación, el general se puso del lado de los serbios en Kosovo, exacerbando de esta manera los sentimientos nacionalistas en este bando.
Slobodan Milošević se convirtió rápidamente en una persona de influencia política, y en 1986, fue elegido líder de la Liga de los Comunistas Serbios. Milošević fue además clave en la llamada revolución antiburocrática, que ocurrió entre 1986 y 1989, y que supuso el derrocamiento de los gobiernos de las regiones autónomas de Kosovo y Vojvodina, y de la república de Macedonia, y la instauración de ejecutivos cercanos a sus posturas. Finalmente, en 1989, Milošević fue elegido presidente de Serbia.
Los críticos a Milošević le comparaban con Benito Mussolini, y le acusaban de aplicar políticas nacionalistas, lo cual quebraba el principio de “Hermandad y unidad”. En aquel momento, ya era evidente que la ambición del mariscal Tito de mantener Yugoslavia unida estaba cada vez más deshecha. El nacionalismo estaba muy exacerbado en todos los rincones de la confederación, aunque era de diferente signo.
Por una parte, los serbios, de la mano de Milošević, reivindicaban su identidad mirando hacia el pasado, y al mismo tiempo, afirmando que el poder en Yugoslavia debía centralizarse bajo el mando de Serbia. Esto era lógicamente inaceptable para la otra parte, especialmente para los nacionalistas croatas y eslovenos, que ya eran mayoría en sus países. La situación se dirigía inevitablemente a la fractura de la Yugoslavia comunista, como se manifestaría en el medio plazo.
Croacia y Eslovenia se independizan
Antes de que Yugoslavia se desintegrase definitivamente, hubo dos elementos fundamentales que contribuyeron a ello. El primero fue el desmantelamiento, en enero de 1990, del partido que había dirigido el país desde su instauración, la Liga de los Comunistas de Yugoslavia, y la formación de partidos individuales en todos los países y regiones. El segundo fue la convocatoria ese mismo año de elecciones en todos los territorios de Yugoslavia a las que podían concurrir varios partidos. Los partidos comunistas mantuvieron el poder en Serbia y en Montenegro, sin embargo, las fuerzas nacionalistas triunfaron en el resto de territorios.
Especialmente importante fue el triunfo de la conservadora Unión Demócrata Croata en ese país. Su líder, Franjo Tudjman, se convirtió en presidente, y aceleró el camino a la autodeterminación. Sin embargo, el primer territorio que se independizó fue Eslovenia, que celebró un referéndum en diciembre de 1990, con una participación masiva, y cuyo resultado fue claro: un 88,5% de votos favorables a la independencia. Croacia se sumaría en mayo de 1991, con un resultado más contundente aún: un 93,24% de los votantes apoyó la secesión. 1991 se cerraría con otra independencia más, la de Macedonia.
Mapa que muestra las etnias presentes en la antigua Yugoslavia (FOTO: Twitter)
Sin embargo, las sucesivas independencias no fueron aceptadas de la misma manera por las diferentes minorías. Los serbios en Croacia fundaron tras la independencia del país la República Serbia de Krajina, que se oponía al nacionalismo del gobierno de Tudjman. Por su parte, la minoría croata en Bosnia-Herzegovina hizo lo propio, con el objetivo de que esa parte se escindiese y se uniese a la nueva república croata. Las diferentes etnias, diseminadas en países en los cuales la mayoría era diferente a la suya, buscaban con movimientos como este defender su posición. Además de todo esto, Slobodan Milošević se oponía firmemente a todas las independencias, y prometía defender los derechos de los serbios en toda Yugoslavia, o lo que quedase de ella, costase lo que le costase.
Guerra en Eslovenia y Croacia
El primer conflicto armado ocurrido en Yugoslavia desde la Segunda Guerra Mundial, inaugurando lo que posteriormente se conocería como Guerras Yugoslavas, fue la llamada Guerra de los 10 Días, que transcurrió íntegramente en Eslovenia en el verano de 1991, y mediante la cual las tropas yugoslavas intentaron oponerse a la secesión de este país. La victoria militar fue para los eslovenos, que consiguieron de esta manera garantizar su independencia y su integridad como país.
Fue más dura, y duró más tiempo, la Guerra de Independencia de Croacia. El gobierno de Milošević, junto con otros líderes de la etnia serbia, como los serbobosnios Radovan Karadžić y Ratko Mladić, intentó todo para evitar que Croacia se independizase. La ocupación militar falló, y la instauración de una república de mayoría serbia en el mismo seno de Croacia no tuvo el efecto deseado. Fue por ello que los serbios comenzaron las hostilidades, y los croatas respondieron. En este conflicto, se produjeron numerosas víctimas civiles, así como daños a edificios históricos, notablemente en la ciudad de Dubrovnik.
La guerra, que comenzó en 1991 y terminó en 1995, se caracterizó por una progresiva reducción del apoyo a las tropas ordenadas por Milošević, lo que favoreció a los croatas, que tenían un sustento popular muy fuerte. Cada facción buscaba un objetivo, movidos ambos bandos por su nacionalismo. Los serbios y montenegrinos defendían las posturas de la llamada “Gran Serbia”, y buscaban la reintegración de Croacia en una nueva confederación. Los croatas, por su parte, luchaban para recuperar los territorios controlados por la República Serbia de Krajina.
La paz llegó oficialmente a Croacia el 12 de noviembre de 1995, con una derrota que a la postre sería definitiva para Slobodan Milošević. Habían pasado algo más de tres años desde la disolución definitiva de la República Federal Socialista de Yugoslavia, que se disgregó definitivamente en seis países independientes el 27 de abril de 1992. Terminaba de esta manera el sueño del partisano Tito, que consiguió crear una confederación de países que se mantuvo unida durante casi cuarenta años, pero que, a su muerte, no sobrevivió a las diferencias étnicas y políticas que fueron surgiendo.
Memoria de un conflicto terrible
De todas las guerras que precedieron a la desintegración definitiva de la Yugoslavia comunista, la más dura y cruel fue la que se produjo en Bosnia-Herzegovina entre abril de 1992 y diciembre de 1995. En ella, se produjeron prácticas contrarias a la humanidad, como la limpieza étnica por la que años después sus responsables fueron condenados ante el Tribunal de La Haya. Las tropas serbias y serbobosnias comenzaron las hostilidades en el país antes incluso de que se proclamase la independencia, pero el mayor número de problemas se produjo después.
Imagen del asedio de Sarajevo, que duró casi cuatro años (FOTO: Twitter)
Como ocurrió en todos los países que entraron en guerra, la causa del conflicto en Bosnia fue una mezcla de motivos raciales, políticos y religiosos. El nacionalismo creció en el país, clamando por la independencia, y además, tanto los serbios como los croatas defendían que ambas minorías debían tener un espacio propio en el nuevo país. Hubo de hecho conversaciones secretas entre Milošević y Tudjman para repartirse Bosnia en dos partes, una de mayoría serbia y otra de mayoría croata, pese a que la etnia más numerosa era la bosnia. Finalmente, y pese a las amenazas que Radovan Karadžić profirió a la mayoría bosnia musulmana si decidían seguir el camino de la secesión, Bosnia-Herzegovina se proclamó independiente en marzo de 1992, y dos meses después, fue admitida en las Naciones Unidas como nuevo país.
En ese mismo momento, comenzó la guerra. El 5 de abril de 1992, la capital de Bosnia, Sarajevo, celebraba el día de la independencia. Varios manifestantes fueron asesinados por los serbios, y en ese momento, empezó el sitio de Sarajevo, que duraría casi cuatro años, y se saldaría con 10.000 muertos. Durante el tiempo que duró el asedio, la capital bosnia fue bombardeada casi a diario por francotiradores, debido a la orografía de la ciudad que permite disparar desde lugares altos, hubo casos de limpieza étnica, afectando generalmente a los musulmanes, y también se produjeron matanzas masivas producidas por el fuego de mortero.
El episodio más trágico de la guerra se produjo cuando se estaban negociando los acuerdos para terminarla. Durante nueve días, en julio de 1995, las tropas de la República Srpska, controlada por los serbobosnios, y bajo las órdenes de Karadžić y Mladić, llevaron a cabo matanzas colectivas contra hombres, mujeres y niños de procedencia musulmana bosnia, en lo que constituyó un ejemplo de limpieza étnica. 8372 personas fueron fusiladas en aquellos días, pese a que la ONU había considerado aquella zona como segura. Aquel fue el momento en que muchas de las potencias internacionales que se habían mantenido ecuánimes sin apoyar a ninguna de las partes decidieron condenar internacionalmente las acciones militares serbias.
La guerra finalizó oficialmente el 14 de diciembre de 1995, con la firma del acuerdo de Dayton, que concluyó simultáneamente el sitio de Sarajevo y el conflicto bélico, sentando en la misma mesa a todas las partes. La intervención de la OTAN fue clave para detener el asedio. Bosnia-Herzegovina fue reconocida internacionalmente como una república independiente, y empezó su reconstrucción.
El cuarto de siglo de las nuevas repúblicas
La desintegración de Yugoslavia y el final de las guerras dio como resultado la creación de nuevas cinco repúblicas. Bosnia-Herzegovina, Croacia, Eslovenia y Macedonia, que habían proclamado su independencia, fueron defendidas internacionalmente como tal. Serbia, Montenegro y Kosovo quedaron integrados en una nueva entidad, la República Federal de Yugoslavia. Toda esa región tuvo que afrontar durante el resto de la década la reconstrucción posterior a las guerras, sobre todo, a nivel social.
Los años 90 acabaron con una nueva guerra, la de Kosovo, que duró un año, que volvió a empezar como un conflicto entre etnias, y que tuvo como contendientes a Yugoslavia y a los países de la OTAN. El momento crucial de esta guerra fue el bombardeo de la OTAN sobre posiciones civiles en Yugoslavia, especialmente sobre la capital, Belgrado, una operación que se saldó con 3000 civiles muertos, y que fue ordenada por el entonces secretario general de la Alianza, Javier Solana.
El círculo se cerró en 2000 con el derrocamiento de Slobodan Milošević como presidente de Yugoslavia, que perdió las elecciones presidenciales de ese año, y que intentó agarrarse al poder, pero finalmente no pudo ante el volumen de las protestas contra él. Yugoslavia pasó en 2003 a llamarse Serbia y Montenegro, ante las sugerencias de algunos líderes internacionales que afirmaban que lo mejor era eliminar el nombre de Yugoslavia. El nuevo siglo trajo dos independencias más, que afectaron directamente a Serbia. Montenegro celebró un referéndum en mayo de 2006, y un 55,5% de los votantes apoyaron la secesión. El nuevo país fue reconocido internacionalmente de manera inmediata. Dos años después, sería la región de Kosovo la que proclamaría unilateralmente su independencia, sin que Serbia haya reconocido hasta el momento su soberanía.
Petrović y Divac, un ejemplo personal de la devastación de la guerra
Las guerras yugoslavas, que hicieron saltar por los aires la paz en esa región durante los años 90, trajeron consigo auténticas tragedias humanas. Familias enteras quedaron divididas. De todos estos casos, existe uno particularmente impactante, el de los jugadores de baloncesto Dražen Petrović y Vlade Divac, amigos desde su juventud, y que compartieron selección nacional. Aquel combinado, en el que figuraban jugadores como Toni Kukoč o Velimir Perasović, se proclamó campeón del mundo de baloncesto en el Mundial de 1990 celebrado en Argentina, la que a la postre sería la última victoria de Yugoslavia como equipo nacional. Las estrellas de aquel equipo eran Divac y Petrović.
Sin embargo, aquella unidad se dividiría trágicamente por el estallido de las guerras, y los dos amigos, que eran inseparables, eligieron dos caminos diferentes. Petrović, croata, simpatizaba con los movimientos independentistas en su país, mientras que Divac era partidario de mantener la confederación yugoslava. La amistad se cortó bruscamente, y nunca se reanudó, ya que Petrović murió trágicamente en un accidente de tráfico en junio de 1993.
Vlade Divac y Dražen Petrović, jugando con Yugoslavia en el Mundial de 1990 (FOTO: Twitter)
Casi diez años después de la independencia de Kosovo, la situación parece haberse calmado definitivamente en la antigua Yugoslavia comunista. Dos de las nuevas repúblicas, Croacia y Eslovenia, son miembros de pleno derecho de la Unión Europea. Los demás países tratan de ajustarse a la nueva situación. En todo caso, esta es una región históricamente convulsa, con diferencias que no solamente son políticas, sino también religiosas y étnicas, y esto lo complica todo. Sin embargo, la paz sigue reinando en la antigua Yugoslavia.
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