LAS ELECCIONES IMPREDECIBLES DE CATALUÑA
LAS ELECCIONES IMPREDECIBLES DE CATALUÑA
Nunca en la historia de la reciente democracia española han sido tan importantes unas elecciones como las que se celebrarán el próximo 21 de diciembre en Cataluña, y cuya campaña comenzó la pasada semana. Las circunstancias en las que estos comicios han sido convocados, en plena crisis de Estado por el desafío independentista, provocan que nadie se atreva a hacer un pronóstico que no sea que será necesario negociar a partir del 22 de diciembre para dar un gobierno a Cataluña. Las encuestas no se ponen de acuerdo, y dejan claro que el triunfo final se decidirá por un puñado de votos.
El pleno del Parlament (FOTO: Twitter)
Unas elecciones históricas en clave nacional
Cada elección viene condicionada por el panorama en el que se produce, y ciertamente, en Cataluña, ninguno de los comicios recientes ha estado exento de polémica por las circunstancias en que se convocó. En 2006, Pasqual Maragall rompió con Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), y adelantó un año las elecciones. En 2012, y subido a la cresta de la ola del incipiente secesionismo, Artur Mas convocó al pueblo catalán a las urnas inesperadamente dos años después de su victoria. En 2015, las elecciones convocadas por Mas tuvieron el apellido de “plebiscitarias”, y fueron las primeras en las cuales se vio claramente la existencia de dos bloques enfrentados.
Sin embargo, estas elecciones no han sido convocadas por el presidente de la Generalitat, sino por el presidente del Gobierno, que asumió temporalmente esta prerrogativa como parte de la aplicación del artículo 155 en Cataluña. Son también las primeras en las que la autonomía de Cataluña está parcialmente suspendida, lo que ha condicionado sin duda la forma en que cada una de las campañas se ha planteado. Algunos expertos, como el constitucionalista Javier Pérez-Royo, afirmaban que la aplicación del 155 en Cataluña ha desfigurado para siempre la autonomía en esta parte de España, y que sea cual sea el resultado, será necesario un profundo debate sobre el encaje legal catalán si no se quiere que el problema se siga reproduciendo.
Han sido meses largos, tensos y dramáticos, y esto lo muestra mejor que nada el hecho nada anecdótico de que ninguno de los dos principales candidatos esté haciendo campaña en Cataluña. El favorito a ganar estos comicios, el exvicepresidente de la Generalitat Oriol Junqueras, se encuentra desde el 2 de noviembre en la prisión de Estremera, por orden de la jueza Carmen Lamela, y no saldrá de la cárcel próximamente. Por su parte, el president de la Generalitat cesado, Carles Puigdemont, emprendió una huida hacia Bruselas pocas horas después de la aprobación del 155, y liderará la candidatura Junts per Catalunya desde Bélgica. Este detalle es fundamental para entender el futuro de Cataluña tras estas elecciones.
La entidad de estas elecciones no se circunscribe únicamente al ámbito catalán, sino también al nacional. El destino de los cuatro principales líderes políticos españoles puede variar de una u otra manera en función del resultado que sus partidos obtengan en los comicios del 21 de diciembre. Por ello, se espera que su presencia en Cataluña durante los actos de campaña sea muy frecuente, y que todos ellos intenten que lo que ocurra dentro de unas semanas en las elecciones tenga su eco en la política estatal, en la que pasarán muchas cosas en los próximos meses.
Una urna para gobernarlos a todos
Mayoría absoluta independentista. Mayoría simple independentista. Victoria de Ciudadanos. Victoria de Esquerra Republicana. Remontada de Puigdemont. Participación récord. Posible repetición de elecciones. En la campaña que se abre, y según la pluralidad de sondeos, no existe un favorito claro ni un panorama claro. Por primera vez en la historia de Cataluña, hasta cinco candidatos buscan la presidencia de la Generalitat. ERC, en cabeza según la mayoría de estos estudios de opinión, tiene como objetivo colocar en el sillón a su líder, Oriol Junqueras, pero la perspectiva de que este no salga de prisión ha provocado que se deslice el nombre de la número dos del partido, Marta Rovira, como presidenciable. También quiere revalidar el poder Carles Puigdemont, que busca una remontada que le permita ser llamado a la presidencia incluso sin ser el partido más votado, recurriendo al argumento de que es el líder natural del movimiento independentista. En el bando contrario, Inés Arrimadas y Miquel Iceta persiguen el sillón presidencial, aunque la complicada aritmética parlamentaria permite pronosticar que se necesitarán el uno al otro para este propósito.
Finalmente, todo acaba en una urna. La cita electoral parecía la única tabla de salvación para Carles Puigdemont, que estuvo a punto de ceder y llamar a las urnas a escasas horas de que el Senado diese luz verde al 155, y ha sido el horizonte marcado por los contrarios a la independencia para empezar a cambiar las políticas en Cataluña. A pesar de que muchos partidos secesionistas clamaron y claman aún que estas elecciones son ilegítimas porque las ha convocado el presidente del Gobierno, nadie quiere quedarse fuera de ellas.
Varios miembros del gobierno de Cataluña acuden a declarar ante el juez (FOTO: Twitter)
También una urna, aunque sin tantas garantías, fue el elemento de mayor discordia entre Gobierno y Generalitat. El proyecto de referéndum del 1 de octubre fue un fracaso colectivo de los independentistas, que fueron incapaces de movilizar a los suyos para que votasen, pero esta circunstancia quedó tapada por las cargas de Policía y Guardia Civil contra los manifestantes, provocando imágenes que dieron la vuelta al mundo, y que debilitaron el apoyo hasta entonces inquebrantable de los gobiernos europeos a la postura de Rajoy.
El independentismo ve esta elección como la segunda vuelta del 1 de octubre, mientras que Ciudadanos ha asumido como lema “Ara sí, votarem”, ahora sí, votaremos, poniendo distancia con las posturas independentistas. En todo caso, nadie permanecerá indiferente ante la relevancia de estos comicios.
Los nacionalistas buscan mantener la mayoría
Al contrario que hace dos años, los partidos independentistas no se presentarán en esta elección en una lista única, algo con lo que Puigdemont estaba de acuerdo, pero que Junqueras rechazaba. Es precisamente el exvicepresidente el que parte como máximo favorito, y más con el perfil de preso político que desde su partido se están esforzando en construir. Desde la doble experiencia del tripartito, ERC ha ido evolucionando hacia posturas soberanistas, a partir de que Oriol Junqueras se hizo con el liderato del partido. Su crecimiento electoral ha ido en aumento, y la formación quiere en estas elecciones alcanzar de nuevo la presidencia de la Generalitat. El último miembro de este partido que fue president fue Lluís Companys, fusilado tras la Guerra Civil. Ahora, dependiendo del escenario, no está claro si se elegiría a Junqueras o a Rovira.
Por su parte, la antigua Convergència, reconvertida en PDECat, ha dudado mucho sobre la fórmula a utilizar en estos comicios, y sobre el candidato a presentar. Puigdemont dijo en numerosas ocasiones que en ningún caso lideraría la lista de su partido, y el favorito pasó a ser Santi Vila, que ocupa la consejería de Empresa y que representaba un nacionalismo más clásico y moderado. Sin embargo, los últimos acontecimientos, con huida del president incluida, provocaron que la dirección del partido decidiese presionarle para que aceptase la candidatura. La lista que lidera Carles Puigdemont está hecha a su medida, Junts per Catalunya, ya que suma a miembros de su partido, a personalidades de la sociedad civil y a activistas por la independencia, y cuenta con el expresidente de la Asamblea Nacional Catalana (ANC), Jordi Sánchez, actualmente en la cárcel, como número dos.
Carles Puigdemont interviene por vídeo en un acto de su partido (FOTO: Twitter)
El tercer elemento de la baraja es sin duda la CUP, el partido que hizo presidente a Puigdemont y que obligó a Artur Mas a retirarse. Como parte de su política de renovación de cargos, el candidato a estas elecciones será Carles Riera, diputado por Barcelona. La CUP ha recibido ataques de todos los colores y de todos los lugares, acusándoles de una actitud antisistema, de terrorismo, y de ser los responsables de la huida hacia delante de la Generalitat de Cataluña hacia la independencia. Las perspectivas electorales de esta formación señalan que perderá algún escaño, pero que mantendrá la representación en el Parlament por tercera legislatura consecutiva.
Algunos analistas dan por hecho que, si las cifras dan, los tres partidos volverán a unirse para formar el gobierno catalán. Sin embargo, las negociaciones en 2015 fueron complicadas, y solamente al final, cuando ya todos velaban armas para un adelanto electoral, se llegó a un acuerdo. Pese a todo lo ocurrido, y en líneas generales, los nacionalistas de diferente cuño mantienen en todas las encuestas una gran base de apoyo que permite pronosticar que estarán luchando por la mayoría absoluta. Pase lo que pase, si consiguen la mayoría en escaños, no todo está dicho, ya que todos quieren liderar Cataluña en esta nueva etapa.
Una izquierda de contrastes
En las elecciones de 2015, la tendencia estaba clara. El PSC seguía deprimido, acusando la crisis del partido en España y la suya propia, después de cinco años de oposición. Por su parte, la marca catalana de Podemos crecía como la espuma, y tras conseguir elegir a Ada Colau como alcaldesa de Barcelona, pretendían superar a los socialistas y convertirse en el partido hegemónico de la izquierda catalana. El resultado, sin embargo, fue diferente, y el PSC consiguió mantener una distancia de cinco escaños sobre Catalunya Sí Que Es Pot. En todo caso, las encuestas que se hicieron sobre un eventual adelanto electoral adelantaban que el partido morado ganaba espacio, y podía liderar un gobierno alternativo.
Xavier Domènech y Miquel Iceta (FOTO: Twitter)
Dos años después, las cosas son muy diferentes. El PSC, que ha apoyado la aplicación del artículo 155 en contra de lo que prometieron en público en el pasado, se ha convertido en el partido preferido del centro izquierda no independentista, y su líder, Miquel Iceta, un fontanero del partido que se hizo cargo de la primera secretaría tras el descalabro electoral de 2012, sueña con comandar una alternativa amplia de cambio en Cataluña. Las encuestas muestran que, por primera vez desde 2003, los socialistas frenarían su caída y volverían a crecer, pudiendo incluso superar a Ciudadanos.
En el caso de Podemos, la situación ha empeorado dramáticamente en las últimas semanas, a partir de que el grupo en el Parlament se partiese en las sucesivas votaciones sobre la independencia. Desde Madrid se ha llamado al diputado en el Congreso de los Diputados Xavier Domènech, cabeza de lista de Podemos por Cataluña en las últimas dos elecciones generales, para liderar una lista que podría perder hasta la mitad de sus escaños en la nueva configuración política catalana. Desde el bando contrario al independentismo, se ha acusado a Podemos de aliarse con los secesionistas o de ser ambiguo al respecto, y la formación morada no ha sido aún capaz de darle la vuelta a este argumento, lo que puede ser muy pernicioso electoralmente para ellos.
La animadversión entre los dos partidos que luchan por la franja de voto del centro izquierda en España ha alcanzado niveles inmanejables en Cataluña, después de que el partido que sostiene a Ada Colau en el Ayuntamiento de Barcelona decidiese expulsar al PSC de la coalición municipal por apoyar el 155. Los socialistas no se han quedado atrás, y dirigen la mayor parte de sus ataques a Podemos. Pese a todo esto, Iceta está convencido de que, llegado el momento, su candidatura podría ser más aceptable para los comunes que la de la líder de Ciudadanos Inés Arrimadas o la de cualquier independentista.
La gran incógnita
Ciudadanos ha sido sin duda la principal sorpresa electoral en la última década en Cataluña. Esta formación desconocida, apadrinada por figuras de la cultura contrarias al independentismo, como Arcadi Espada o Albert Boadella, logró 3 diputados en las elecciones de 2006, y siguió creciendo exponencialmente en las siguientes, hasta colocarse con 25 representantes en los últimos comicios, lo que les valió el liderazgo de la oposición. Desde su fundación, el partido naranja ha querido representar lo contrario al independentismo, y la virulencia de sus ataques contra el nacionalismo catalán ha aumentado desde que empezó el procés.
Al frente de Ciudadanos, Inés Arrimadas lleva semanas postulándose como presidenta de un gobierno de amplio espectro que sume los escaños de los partidos constitucionalistas. La movilización de los abstencionistas en 2015 le podría favorecer, ya que las encuestas muestran que la mayor parte de las personas que no votaron hace dos años sí que lo harán ahora para detener al independentismo. El barómetro del CIS antes del comienzo de la campaña electoral mostraba un panorama inesperado, con Ciudadanos liderando la intención de voto, y empatando en escaños con Esquerra Republicana. Este resultado, que solamente ha sido pronosticado por esta encuesta, sería un vuelco histórico.
Inés Arrimadas y Xavier Garcia Albiol (FOTO: Twitter)
En el mismo espectro político, está el Partido Popular de Cataluña. La formación está en una situación paradójica, ya que las encuestas muestran que podría acabar en último lugar en Cataluña, por detrás de la CUP, pero, a nivel nacional, una actitud dura respecto de Cataluña le beneficia enormemente. Ya en las elecciones de 2015, Alicia Sánchez Camacho fue sustituida por Xavier García Albiol, exalcalde de Badalona, y uno de los políticos más duros de todo el partido. En el PP, son conscientes de que el escenario más probable es el de una debacle electoral, como muestra el barómetro del CIS, que señala que la mitad de los votantes populares en 2015 elegirán esta vez a Inés Arrimadas.
Sin embargo, se dan por satisfechos con un buen resultado de Ciudadanos, su socio preferencial a nivel nacional y en todas las autonomías en que el PP mantiene el gobierno. La principal incógnita es si el centro derecha catalán no nacionalista conseguirá el buen resultado que algunas encuestas le pronostican, si podrá condicionar la formación del próximo gabinete catalán, y si aceptará el nombramiento de Miquel Iceta para evitar un presidente nacionalista.
Un abanico de posibilidades
La diferencia entre las encuestas hace difícil pronosticar el panorama poselectoral. Sin embargo, el hecho de que haya cuatro partidos en disposición de conquistar el poder provoca que las combinaciones sean prácticamente infinitas. Las opciones más probables pasan por pactos transversales entre los dos bloques, contando con que uno de ellos disponga de la mayoría absoluta. La principal dificultad en ambos casos es qué candidato podría recabar el mayor número de apoyos.
En el bando independentista, y, si como sugieren algunas encuestas, las distancias entre Junqueras y Puigdemont se siguen estrechando, ambos partidos demandarán para sí la presidencia. En el bando constitucionalista, el panorama es similar, pero Miquel Iceta aparece como la opción más posible, ya que en ningún caso los escaños de Ciudadanos, PSC y PP se acercarían a la mayoría absoluta, y serían necesarios los apoyos de Podemos, que el líder socialista podría conseguir con más facilidad que Arrimadas, a cuya posible presidencia se opone Pablo Iglesias. Muchos hablan de “gobierno Borgen”, recordando una serie noruega en la que una política que no ha ganado las elecciones es elegida primera ministra en el marco de un acuerdo transversal de amplio espectro, y señalan que Iceta, que podría ser tercero o cuarto, podría acabar en el Palau de la Generalitat.
Otros posibles acuerdos, menos probables, pasan por diferentes combinaciones. En determinados mentideros políticos, se ha venido hablando de la posibilidad de un tercer tripartito, liderado esta vez por ERC, y con el apoyo del PSC y de Podemos. Iceta corrió a negar este rumor, al afirmar que en ningún caso haría presidente a un independentista. Asimismo, otra posibilidad es que Podemos decante la balanza a favor de los secesionistas en el caso de que les falten uno o dos votos para obtener la investidura. A estas alturas, nada se descarta, ni siquiera que el Gobierno vuelva a convocar elecciones si los independentistas se alzan con la mayoría absoluta.
Todas las especulaciones finalizarán el 21 de diciembre con el resultado electoral. Algunos expertos señalan que lo más probable es que el independentismo venza de nuevo las elecciones, ante el actual panorama, defendiendo que la desmovilización en este sector de voto ha sido mínima, mientras que otras voces recuerdan las movilizaciones que ha habido en las últimas semanas contra la independencia, aduciendo que esta es la principal señal de que el próximo Parlament será muy diferente al anterior.
En todo caso, y gobierne quien gobierne, el próximo gabinete catalán deberá intentar buscar la unidad popular en una Cataluña dividida en dos que tardará décadas en cerrar las heridas de los últimos años. El objetivo es que algún día se vuelva a cumplir aquello que el poeta Josep Pla escribió, y que Cataluña vuelva a ser un lugar donde dices buenos días y te responden buenos días, con independencia de la bandera que lleven y de la opción política que defiendan.
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