SOCIEDAD 17
SOCIEDAD Y CULTURA '17
SEXO, MENTIRAS Y CINTAS DE CINE
2017 pasará a la historia en el ámbito social como el año en el que el acoso sexual se convirtió en uno de los temas cruciales a nivel mundial. Una campaña que comenzó con la denuncia a un gran productor de Hollywood, Harvey Weinstein, acusado de más de 80 conductas sexuales inapropiadas, se convirtió en un auténtico tsunami al que se unieron muchas mujeres que compartieron por primera vez sus historias de acoso, mediante el hashtag #MeToo, propuesto por la actriz Alyssa Milano para visibilizar a todas las víctimas, y que se convirtió en un éxito.
#METOO, LA CAMPAÑA QUE CAMBIÓ EL MUNDO
La reputación de personas como el actor Kevin Spacey, que fue despedido de su serie “House of Cards” después de las acusaciones de supuesto acoso sexual por parte del también actor Anthony Rapp, o el senador Al Franken, una de las figuras del Partido Demócrata en la cámara alta norteamericana, que tuvo que dimitir al abrirse una investigación al respecto contra él, han quedado para siempre destruidas en este escándalo, que amenaza con llevarse por delante a más personalidades.
Anteriormente, el acoso sexual había salpicado a algunas figuras, como el expresidente Bill Clinton, acusado en la década de los 90 de haber acosado a un mínimo de 5 mujeres, pero nunca se había desatado con tanta fuerza. Todo comenzó en octubre, con la publicación de un artículo en el New York Times en el que varias periodistas acusaban a Harvey Weinstein, productor de películas como “Pulp Fiction”, “El discurso del rey” o “Django desencadenado”, de conductas inapropiadas. No era la primera vez que Weinstein era acusado de haberse servido de su posición para obtener favores sexuales, sin embargo, la bola de nieve aumentó, y el número de mujeres que confesaron haber sido acosadas por Weinstein aumentó hasta superar las 100. Entre ellas, destacaron nombres como Angelina Jolie, Kate Beckinsale o Gwyneth Paltrow. El resultado fue que Weinstein acabó siendo despedido de su propia empresa, y se iniciaron pesquisas policiales al respecto.
Sin embargo, con el despido de Weinstein no acabó el problema, sino todo lo contrario. Cuando el caso estaba iniciando su andadura, y después de que algunos medios acusasen a las mujeres que señalaban al productor de mentir, la actriz Alyssa Milano, conocida por su papel en la serie “Embrujada”, publicó un tweet en el que propuso que todas las mujeres que hubieran sufrido acoso se uniesen a su hashtag #MeToo, “para mostrar la magnitud del problema”. El resultado fue inesperado, alcanzando cifras de más de un millón de personas en 24 horas. El alcance de la campaña sorprendió a la propia Milano, y abrió la puerta a nuevas acusaciones que se revelaron con el paso de los días.
El caso de Kevin Spacey, internacionalmente conocido por su papel de Frank Underwood en la serie “House of Cards”, fue particularmente reseñable. Después de que Anthony Rapp le acusase de intentar propasarse con él cuando era menor, Spacey quiso contraatacar mediante un comunicado en el que confesaba ser homosexual y tener problemas con el alcohol. Su plan no tuvo los efectos deseados, y se generó una polémica, ya que muchos acusaron al actor de establecer una conexión entre el acoso sexual y la homosexualidad. Spacey acabó perdiendo su trabajo, al igual que Al Franken, senador demócrata por Minnesota, que tras meses esquivando las acusaciones en su contra, tuvo que dimitir el pasado 7 de diciembre, después de que la cámara iniciase un proceso sancionador contra él por las acusaciones de más de 10 mujeres sobre supuestos tocamientos inapropiados.
El caso se extendió por todo el mundo, y llegó también a Gran Bretaña. Allí, la débil primera ministra Theresa May tuvo que afrontar un escándalo en la Cámara de los Comunes que se saldó con la dimisión forzada de su ministro de Defensa, Michael Fallon, por las acusaciones contra él. Fallon reconoció las mismas, y abandonó el Gobierno de Su Majestad. El Parlamento Europeo inició también pesquisas judiciales para intentar desentrañar todos los casos posibles.
El último gran caso llega hasta la Casa Blanca. Durante la fase final de la campaña de las elecciones presidenciales de 2016, se publicaron unas cintas en las que el entonces candidato republicano, Donald Trump, alardeaba de lo fácil que era tener sexo con mujeres siendo famoso. Estas acusaciones no llegaron a más, sin embargo, y con el actual momentum, varias de las mujeres acosadas por el presidente americano están intentando revitalizar el caso para que Trump tenga que responder por sus acciones.
Lo que se ha demostrado este año es que este tipo de actos ya no quedan impunes, y que nadie, sea productor, periodista, actor o presidente, está a salvo cuando ha acosado sexualmente a una mujer. Lo que empezó siendo la acción individual de varias mujeres se ha convertido en un movimiento social imparable cuyas consecuencias son desconocidas, y que marca ya un antes y un después en la historia del acoso sexual en el mundo.
DE JUANA RIVAS A LA MANADA
La violencia de género sigue constituyendo uno de los principales problemas en España. A día de hoy, han sido 44 las mujeres asesinadas por sus parejas o exparejas, una cifra que, aunque no llega a las 60 de 2015 ni a las 76 de 2008, es simplemente inaceptable. Ninguno de los partidos políticos de primer nivel ha puesto aún sobre la mesa ninguna ley integral que pueda resolver la actual lacra, que provoca además más víctimas que la propia mujer muerta o gravemente herida. Este año, además, ha habido dos casos relacionados con la violencia contra la mujer que han tenido especial presencia en los medios españoles, y que han generado un gran debate en la sociedad.
El primero fue el caso de Juana Rivas, una mujer granadina de 36 años, que luchó a brazo partido para intentar evitar que sus dos hijos se fueran a vivir con su padre, Francesco Arcuri, condenado por violencia de género. Un tribunal dio en 2009 la razón a Rivas, y le otorgó además la custodia del mayor de sus hijos. La pareja se reunió en 2013, trasladándose a vivir a Italia, de donde era él, y allí tuvieron otro hijo. Sin embargo, los problemas reaparecieron, y Rivas, con sus dos hijos, abandonó el país transalpino y regresó a la localidad granadina de Maracena. Su exmarido la denunció, y un juez italiano determinó que los niños debían regresar a vivir con su padre, a pesar de que existía la condena anterior por violencia contra él. Juana Rivas, ante el temor de que la seguridad de sus hijos pudiera estar en peligro, decidió desobedecer esa orden judicial.
Los hijos de Juana Rivas deberían haber regresado con su padre el 26 de julio. Sin embargo, ella anunció que había decidido huir y poner a sus hijos en lugar seguro. Se inició entonces una carrera judicial. Arcuri interpuso una denuncia contra Rivas acusándola de secuestro, y Rivas intentó obtener amparo del Tribunal Constitucional, que se lo denegó. El 28 de agosto, y tras un largo proceso, Rivas decidió regresar a Maracena, y, a pesar de intentarlo todo, finalmente entregó a sus dos hijos a Arcuri, que se los llevó a Italia. Tras sucesivos incumplimientos, Juana Rivas pudo volver a ver a sus hijos en el mes de noviembre, aunque los dos menores permanecerán en Sicilia con su padre hasta nueva orden.
Juana Rivas (FOTO: Twitter)
El caso tuvo un enorme eco en la sociedad española, y muchos programas de televisión debatieron durante el verano al respecto. Una gran parte de la opinión pública se alió con Juana Rivas, e incluso la presidenta andaluza, Susana Díaz, pidió que los jueces reconsiderasen su decisión. Sin embargo, otra parte la atacó, acusándola de haberse inventado la violencia de género a la que su esposo la había sometido, y de haber manipulado a la opinión pública en su favor. Algunos columnistas, como Arcadi Espada, incluso defendieron a Arcuri y sus posturas. El debate sigue puesto sobre la mesa, y su resolución no se vislumbra aún.
El segundo caso ha pasado a conocerse con el nombre de La Manada, un grupo de cinco hombres que supuestamente agredió sexualmente a una joven de 18 años en los Sanfermines de 2016, y que posteriormente huyó. Los hombres fueron detenidos, y se les acusó de los delitos de agresión sexual, robo con intimidación y delito contra la intimidad. El juicio por esta violación en grupo se inició en los juzgados de Pamplona en noviembre. La acusación pedía elevadas penas de prisión para los supuestos autores, mientras que la defensa solicitaba la absolución, al entender que dichas relaciones habían sido consentidas.
Paralelamente al juicio legal, se inició un juicio mediático, en el que, como ocurrió en el caso de Juana Rivas, se empezó a cuestionar la versión de la joven, dándose por hecho que las relaciones sexuales habían sido permitidas por ella. Un medio de comunicación realizó un reportaje sobre la joven en el que concluyó que estaba viviendo una vida normal tras la violación, y desde algunas tertulias, se afirmó que eso demostraba que estaba mintiendo. En el juicio, también se conoció que uno de los abogados de los acusados había contratado los servicios de un detective privado para seguir a la joven y estudiar sus rutinas de vida. Las pesquisas del detective fueron admitidas como prueba en el juicio.
El caso está visto para sentencia, pero ni siquiera la presentación de las pruebas ha acallado aún el debate y las diferentes visiones del público al respecto. La condena a los autores de esta supuesta agresión parece el escenario más probable, aunque las dudas siguen puestas sobre la mesa. Los ejemplos de Juana Rivas y de la víctima de La Manada demuestran que aún han de darse muchos pasos respecto de la violencia de género y de la credibilidad de las mujeres a la hora de denunciar una agresión sexual o maltrato físico o psicológico.
EL AÑO DE “LA LA LAND”… CON PERMISO DE “MOONLIGHT”
Fue sin duda una de las imágenes del año. La ceremonia de los Oscar, considerada el pináculo del cine mundial, había coronado a la película “La la land” como la cinta del año, logrando la estatuilla al mejor director para Damien Chazelle y a la mejor interpretación femenina protagonista para Emma Stone. La fiesta parecía completa cuando dos de los intérpretes más célebres de la historia del cine, Warren Beatty y Faye Dunaway, que protagonizaron juntos “Bonnie y Clyde” en 1967, anunciaron que el premio a la mejor película era para “La la land”. El equipo completo de la película subió al escenario, pero de pronto, uno de los miembros del mismo se dio cuenta de que había un error, y mostró al público la tarjeta que Beatty había sacado del sobre, que decía claramente que el premio a la mejor película era para “Moonlight”.
La escena en los Oscar de 2017: Jordan Horowitz, productor de “La la land”, junto con Jimmy Kimmel, presentador de la gala, y Warren Beatty (FOTO: Twitter)
El golpe fue sonado. El público no paraba quieto, y tanto Beatty como Dunaway tenían cara de circunstancias cuando el equipo de “Moonlight”, una película que cuenta la historia de un niño negro y homosexual y de cómo va creciendo y desarrollándose en su entorno, subió al estrado a recoger esa polémica estatuilla. Fue el hecho más relevante de una ceremonia en la que también se reconoció a Casey Affleck por su excelente interpretación en “Manchester frente al mar”, y en el que los dos premiados como actores de reparto, Mahershala Ali y Viola Davis, eran negros. Sin embargo, la edición de 2017 de los Premios de la Academia quedará siempre marcada por este error, que se atribuyó a Price Waterhouse Cooper, la empresa encargada de los sobres con los premios.
En los Premios Goya, la mejor película fue “Tarde para la ira”, la ópera prima de Raúl Arévalo, que también se llevó los “cabezones” a mejor dirección novel y mejor guion original. Sin embargo, la cinta que se llevó más estatuillas fue “Un monstruo viene a verme”, de Juan Antonio Bayona, que recibió el premio a mejor director. También fue una gran noche para Emma Suárez, que se llevó dos Goya, uno por su papel en “Julieta”, y otro por “La próxima piel”. Roberto Álamo repitió por su interpretación en “Que dios nos perdone”. La película de Alberto Rodríguez sobre el caso de Luis Roldán, “El hombre de las mil caras”, pasó sin pena ni gloria, con la excepción del actor Carlos Santos, mejor actor revelación como premio por transformarse en el exdirector de la Guardia Civil. El auditorio entero se emocionó también con el discurso de Ana Belén, reconocida con el Goya de Honor tras toda una carrera entre cine, televisión y música.
El film reconocido como mejor producción extranjera en los Goya, “Elle”, fue la gran triunfadora de los Premios César. Esta historia sobre una mujer que sufre un asalto en su casa y sobre sus circunstancias personales dio la vuelta al mundo. Su protagonista, Isabelle Huppert, recibió el galardón a la mejor actriz, y el film el de mejor película. Otra cinta, “Solamente el fin del mundo”, obtuvo los premios a la mejor dirección y a la interpretación masculina de reparto. El actor suizo James Thierrée, nieto de Charles Chaplin, ganó el premio al mejor actor de reparto, por “Chocolat”. George Clooney recibió el César de Honor, y Jean-Paul Belmondo recibió un homenaje por toda su carrera presentado por Jean Dujardin. La gran derrotada fue la última producción de François Ozon, “Frantz”, que solamente recibió una estatuilla de 17.
En el campo musical, el mundo bailó al ritmo del “Despacito”. Esta canción, interpretada por Luis Fonsi y Daddy Yankee, batió todos los récords de premios, gracias a su ritmo y a la facilidad de aprender su letra. “Despacito” fue reconocida en los Grammy Latinos como la mejor canción del año, en unos premios en los que también fue reconocido el panameño Rubén Blades. La otra protagonista del año en la música fue Adele, ganadora de los tres principales premios Grammy de 2017. También hubo un reconocimiento a dos artistas cruciales fallecidos en 2016, David Bowie, que recibió el premio al mejor álbum en los Brit Awards, y Leonard Cohen, artista del año en los premios Juno, en Canadá.
Fue también un año de despedidas en el ámbito cultural. En marzo, falleció, a los 90 años, el rockero norteamericano Chuck Berry, considerado uno de los grandes cantantes del siglo XX. En mayo, el mundo despidió a uno de los actores que mejor interpretó a James Bond, el británico Roger Moore. También murió Jim Marrs, uno de los principales teóricos de la conspiración del asesinato del presidente John Fitzgerald Kennedy, en agosto a los 73 años. Más recientemente, el 5 de diciembre, se produjo el deceso de Johnny Hallyday, uno de los cantantes franceses más relevantes de las últimas décadas. Su muerte fue una tragedia nacional, y a su funeral en la parisina iglesia de la Madeleine, seguido por un cortejo que bajó los Campos Elíseos, acudieron el presidente Emmanuel Macron y sus dos antecesores.
En 2017, en definitiva, la cultura parece haber recuperado el pulso tras varios años difíciles por el impacto de la crisis. La genialidad siempre es reconocida, como se ha demostrado en los sucesivos galardones, e iniciativas para favorecer las prácticas artísticas son respondidas de manera ferviente por el público. El anuncio del descenso del IVA cultural, actualmente el 21%, puede favorecer que, en 2018, sean más las personas que acudan al cine, al teatro o a un concierto, lo que demostraría la definitiva recuperación de la cultura.
WANNACRY, PETYA Y EL PELIGRO CIBERNÉTICO
Desde hace varios años, los expertos en estrategia vienen anunciando que las guerras del futuro se librarán en el ciberespacio. El volumen de información que ya se conserva en la nube es enorme, y la amenaza de un ataque a nivel mundial para robar esos datos es cada vez mayor. Asimismo, las herramientas para intervenir en servidores ajenos son cada vez más elaboradas, y están en manos de algunos gobiernos que las usan para intentar desestabilizar a otros. El miedo a posibles interferencias informáticas en elementos claves como las elecciones se ha extendido por el mundo, y han surgido cada vez más voces que piden una regulación en Internet para acabar con esos riesgos.
Muchos de los peores miedos del público se dispararon el pasado mes de mayo, con un ataque masivo de un gusano informático de tipo ransomware de nombre WanaCrypt0r 2.0., o como se empezó a conocer, WannaCry. La intervención de este virus afectó a 200.000 ordenadores de más de 150 países, y fue posible gracias a un error en el sistema de seguridad de Windows. El ataque incluía un secuestro virtual de los datos privados del usuario del ordenador afectado, que pasaban a estar encriptados, y que solamente podían ser recuperados pagando un rescate que debía abonarse en bitcoins, la moneda digital. El ataque no se detuvo hasta cuatro días después, después de que empresas cibernéticas de todo el mundo estuvieran trabajando juntas para elaborar un parche que impidiese que este virus volviese a golpear a los ordenadores.
Una captura de pantalla del virus WannaCry (FOTO: Twitter)
La investigación acerca de WannaCry destapó los errores básicos de seguridad de las diferentes versiones de Windows, y reveló que el ataque, que había sido coordinado entre varios hackers mundiales, había tenido su epicentro en Corea del Norte. Entre las instituciones que este virus afectó, se encuentran el Sistema Nacional de Salud de Inglaterra y de Escocia, la empresa Telefónica, varios ministerios rumanos, las fábricas de coche Renault, Honda y Dacia, y un buen número de gobiernos estatales de la India.
Cuando el mundo no se había recuperado aún del ataque de WannaCry, se produjo otro similar, el virus Petya, de tipo troyano, aunque también un ransomware, es decir, que pedía un rescate para que los archivos comprometidos fueran liberados. Este virus afectó principalmente a Ucrania, haciendo estragos en los servidores de los ministerios del país, y el sospechoso de realizar el ataque fue Rusia. Las investigaciones al respecto permitieron conocer que el potencial dañino de Petya era mayor que el de WannaCry, y que se enfocó principalmente en tener un gran impacto sobre Ucrania.
El año había comenzado con las acusaciones del Partido Demócrata de que el gobierno ruso había interferido en el resultado de las elecciones presidenciales de 2016 para favorecer la campaña de Donald Trump, el candidato preferido en el Kremlin. Por ello, en las primeras citas con las urnas de 2017, se extremaron las precauciones para que no hubiese ningún tipo de condicionamiento del resultado, sobre todo en aquellas en las que partidos de extrema derecha podían alzarse con la victoria. En las elecciones en los Países Bajos, se decidió hacer el recuento a mano, y en Francia, los servidores que se usaron para transmitir los resultados tuvieron un encriptado especial.
El miedo por la inseguridad cibernética llegó hasta la OTAN. Tras el ataque de Petya, el secretario general de la Alianza Atlántica, el noruego Jens Stoltenberg, anunció que comenzaba los trabajos para aumentar la capacidad de cíberdefensa de los miembros de la Alianza. En la Unión Europea, también se están produciendo pasos al respecto, con el establecimiento de negociaciones entre los diferentes países para incluir la protección digital en el marco de la defensa común. El actual escenario se caracteriza por la desconfianza hacia Rusia, que aparece en el imaginario colectivo como un gigante con una capacidad de controlarlo todo, y por la sensación de desprotección, y en 2018, se seguirá hablando al respecto.
En su último discurso como presidente de los Estados Unidos, en enero de 1961, Dwight Eisenhower, volvió a hablar sobre un concepto sobre el que había insistido durante los cuatro años finales de su mandato, el complejo militar-industrial. Eisenhower veía con mucha preocupación el hecho de que hubiera sido necesario poner en marcha un complejo militar-industrial permanente para permitir que los Estados Unidos estuvieran en una buena posición en la Guerra Fría, y, aunque admitía que era necesario, pedía que se extremase la atención ante cualquier posible intromisión que este pudiera hacer. Más de medio siglo después, el mundo necesita construir una defensa cibernética permanente que sea impermeable a los ataques. Será, sin embargo, necesario evitar que la necesidad de protección ante los eventuales hackeos lesione gravemente el interés general y los derechos individuales.
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