INTERNACIONAL 17

INTERNACIONAL '17

ELECCIONES Y CRISIS, A PARTES IGUALES

La victoria de Donald Trump en las presidenciales norteamericanas de noviembre de 2016 marcó el final del año y de una etapa en Estados Unidos. Nadie contaba con la posibilidad de que el magnate finalmente consiguiese darle la vuelta a los pronósticos, sin embargo, los republicanos consiguieron ganar en estados teóricamente demócratas como Michigan y Pensilvania, y estar por delante en los llamados swing states, que condicionan el resultado final de la elección. Un año después de su victoria electoral, el presidente norteamericano ha sido capaz de tensar todas y cada una de las interacciones con otros países construidas por sus antecesores, y de crear incendios políticos por todos lados. Hoy, nadie es equidistante frente al presidente estadounidense.

TRUMP, PEOR PRESIDENTE QUE CANDIDATO

Antes de su toma de posesión, el 20 de enero de 2017, se intentó todo para tratar de revertir el resultado electoral. Previamente a que el Colegio Electoral certificase la victoria de Trump, los demócratas pidieron que se investigasen una serie de irregularidades denunciadas en varios estados, y que, de prosperar, podían dar la vuelta al resultado. No funcionó, y Donald Trump juró finalmente su cargo como 45º presidente de los Estados Unidos en la escalinata del Capitolio de Washington, pronunciando un discurso en el que repitió su mantra de campaña, hacer América grande de nuevo. Desde los primeros momentos de su administración, los expertos que habían predicho que el magnate moderaría su discurso cuando llegase al poder tuvieron que reconocer su error.

Los enemigos que Trump identificó en su campaña se han convertido en este año en enemigos en su presidencia. Apenas unos días después de asumir su cargo, y cumpliendo una de sus promesas más polémicas, el presidente firmó una orden ejecutiva impidiendo que personas que proviniesen de siete países de mayoría musulmana pudiesen entrar en Estados Unidos por motivo de seguridad nacional. Esta medida, de corte claramente xenófobo, provocó un escándalo internacional, y finalmente un juez la anuló, pero hasta entonces se aplicó, con consecuencias muy graves. Asimismo, el presidente ha agitado las tensiones raciales, después de declarar, horas después de que se produjese un atropello masivo en una manifestación antirracista, que en ambos lados había caído gente buena. La base supremacista blanca que apoyó a Trump quedó entonces satisfecha por sus palabras. Trump ha favorecido a los ricos, con medidas como la creación de un nuevo plan de sanidad que destruirá el Obamacare, o un importante recorte fiscal para los que tienen más dinero, cumpliendo con lo que prometió en campaña.

En el plano internacional, Trump no ha dudado a la hora de echar abajo todas las doctrinas exteriores que su antecesor, Barack Obama, había puesto en marcha. Ha decidido enfrentarse al dictador norcoreano Kim Jong-Un, en una pelea que puede tener consecuencias catastróficas. Se ha retirado del Acuerdo de París para el Clima, defendiendo que lo ha hecho porque no presentaba buenas condiciones para los intereses americanos. Ha reavivado el conflicto en Oriente Medio después de romper con la doctrina de décadas y anunciar recientemente que iba a reconocer a Jerusalén como capital de Israel, y que iba a trasladar allí la embajada, recuperando la Jerusalem Embassy Act de 1995, en la que el Congreso de los Estados Unidos controlado por los republicanos forzó al presidente Clinton a retratarse en un asunto tan crucial como este.

Para entender a Trump, es necesario saber que la red social Twitter es para él un elemento fundamental, y, a pesar de que se le intentó convencer de que cerrase su cuenta particular y solamente se comunicase a través de la cuenta oficial de la presidencia, el inquilino de la Casa Blanca se negó. Los tuits que el presidente escribe desde su cuenta están completamente alejados de cualquier atisbo de corrección política, y han provocado crisis a bordo, pues nadie se atreve a contradecir al presidente. El tono que Trump usa en estos mensajes mete en muchos problemas a sus asesores que intentan, de manera estéril, pulir las aristas más conflictivas del estilo propio de Trump en comunicación. Queda claro que el presidente y sus tuits son uno, y no hay quien lo cambie.

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Un quebradero de cabeza para el presidente durante este año ha sido la investigación acerca de la supuesta interferencia rusa en las elecciones presidenciales. En mayo, el Departamento de Justicia nombró al exdirector del FBI Robert Mueller como fiscal especial para investigar los nexos entre el Gobierno de Vladimir Putin, que apoyó sin reservas a Trump, y el presidente norteamericano. Desde que se abrió esta investigación, el presidente ha intentado desacreditarla, y ha asegurado en numerosas ocasiones que no había hecho nada ilegal. Sin embargo, el procesamiento de su antiguo jefe de campaña, Paul Manafort, y de su exasesor de Seguridad Nacional, Michael Flynn, han sido duros golpes contra Trump, y Mueller ya ha confirmado que continuará con las pesquisas al respecto el año que viene.

2018 puede ser un año muy difícil para Trump. En noviembre, se celebran las midterms, las elecciones que renuevan un tercio del Senado y la totalidad de los escaños de la Cámara de Representantes, y los demócratas están en posición de pelear por la victoria y retomar el control de ambas cámaras del Congreso. Si así fuera, el presidente podría enfrentarse a dos años finales de presidencia difíciles, con la perspectiva de un impeachment. Trump aseguró que los republicanos no pararían de ganar, pero, en las tres grandes elecciones de 2017, los demócratas han logrado la victoria, especialmente en las elecciones al Senado por Alabama, en las que el demócrata Doug Jones derrotó a Roy Moore, candidato republicano con acusaciones de acoso sexual y apoyado por Trump sin fisuras, un golpe importante para el presidente.

CARA Y CRUZ EN LAS ELECCIONES

El fantasma de la victoria de Donald Trump planeaba sobre Europa, donde se celebraban cuatro elecciones fundamentales que podían decidir el rumbo de la Unión Europea, y en las que partidos ultraderechistas parecían en disposición de ganar. El resultado final fue diferente según los países. En Holanda y Francia, que celebraron sus comicios en primavera, los ultraderechistas fueron finalmente derrotados, y opciones de centro derecha consiguieron la victoria. En Alemania y Austria, que fueron a las urnas en otoño, los partidos tradicionales quedaron tocados por la pujanza de formaciones eurófobas que condicionarán la formación del gobierno y los asuntos que se aprueben en ellos.

Los Países Bajos reeligieron como primer ministro a Mark Rutte, candidato del Partido Popular para la Libertad y la Democracia, en el mes de marzo. Rutte fue capaz de superar a Geert Wilders, el líder del Partido para la Libertad, de extrema derecha, que subió cinco escaños, pero que se quedó a más de diez de la victoria. El gran derrotado fue el Partido Laborista, que había sostenido a Rutte durante la anterior legislatura, y que perdió 29 de sus escaños. Dos partidos de centro, Llamada Cristiano Demócrata y Demócratas 66, aumentaron exponencialmente su representación, y fueron claves para la complicada formación de una coalición de gobierno, que se constituyó a finales de octubre, y que está compuesto por cuatro partidos diferentes.

En Francia, el ganador fue Emmanuel Macron, exministro de Economía con François Hollande, al frente de un partido de centro llamado En Marche que consiguió apoyos a ambos lados del espectro político, y que se convirtió en el primer partido de Francia apenas un año después de su creación. Macron consiguió su elección gracias en parte al hundimiento del candidato de la derecha, el exprimer ministro François Fillon, que fue imputado por corrupción, y al que muchos de sus partidarios dejaron solos. Macron consiguió imponerse en una difícil primera vuelta, y derrotó ampliamente a Marine Le Pen en segunda vuelta dos semanas después. En Marche consiguió además la mayoría absoluta en las elecciones a la Asamblea Nacional, un mes después de las presidenciales, lo que les permitiría en teoría una legislatura tranquila.

Emmanuel Macron y su esposa Brigitte celebran su victoria (FOTO: Twitter)

El presidente Macron tendrá sin duda que enfrentar la situación en Córcega, donde los nacionalistas vencieron ampliamente las elecciones celebradas al principio de diciembre. La coalición Pè a Corsica, que une a un partido regionalista y a otro independentista, obtuvo una importante victoria en los comicios que designaban a los miembros de la colectividad única de Córcega. En unas elecciones en las que se tuvo muy en cuenta el ejemplo de Cataluña, los nacionalistas corsos, que reivindican un aumento de la autonomía de la región, siguieron ganando posiciones. Los próximos años serán fundamentales para comprobar si Pè a Corsica consigue sus objetivos.

Angela Merkel se presentó este año por cuarta vez a canciller alemana, en un panorama político de cambio en el país germano. El resultado de las elecciones del mes de septiembre implicó una sensible caída de la Unión Cristiano Demócrata, la formación de la canciller, que perdió casi 100 escaños con respecto a los comicios de 2013. Perdió menos representantes el Partido Socialdemócrata, socio de gobierno de Merkel, pero el retroceso fue brutal, pese a que el candidato del partido era el expresidente del Parlamento Europeo Martin Schulz. El partido que más ganó en estas elecciones fue Alternativa por Alemania, de ultraderecha, que pasó de no tener escaños a tener 94. La fragmentación en el Bundestag provocó que las negociaciones para formar gobierno fueran muy complicadas, y, tras fracasar la “coalición a la jamaicana”, el escenario más probable es el de una nueva Gran Coalición.

En Austria, donde el verde Alexander van Bellen consiguió una difícil elección como presidente, la posibilidad de que el Partido de la Libertad de Austria ganase las elecciones era real. Sin embargo, quien ganó fue Sebastian Kurz, ministro de Asuntos Exteriores y líder del Partido Popular Austriaco. Los socialdemócratas mantuvieron el mismo número de escaños, pero se quedaron fuera del gobierno. El ejecutivo se formó a finales de diciembre, con un claro perfil euroescéptico en el que tanto Kurz como Heinz-Christian Strache, líder del Partido de la Libertad de Austria y nuevo viceprimer ministro, han mostrado su voluntad de volver a pensar la relación con la Unión Europea.

Los dos resultados de la primera mitad del año dieron una cierta tranquilidad a los altos cargos de Europa, ante la voluntad mostrada por los dos partidos ultraderechistas de Francia y Holanda de convocar un referéndum para salir de la Unión Europea, y ante el perfil europeísta de ambos líderes. Sin embargo, las elecciones de Alemania y Austria han revuelto todo de nuevo, y la necesaria refundación de la Unión Europea queda en espera, como uno de los asuntos fundamentales para 2018.

EL ‘ANNUS HORRIBILIS’ DE THERESA MAY

Pocas estrellas políticas se han devaluado tan rápido en la larga historia del parlamentarismo británico como la de la primera ministra Theresa May. May, que llegó al poder tras una elección interna en el Partido Conservador forzada por el inesperado resultado en el referéndum sobre el Brexit, tenía al principio de 2017 unas perspectivas políticas optimistas, con su partido con una cómoda mayoría absoluta, con los laboristas en la oposición y con mucho ruido interno, y con una sociedad que en su mayoría aceptaba la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea. Sin embargo, en apenas 365 días, la inquilina de Downing Street ha sido capaz de convertirse en un peso muerto dentro del Gobierno, por una serie de decisiones políticas arriesgadas que acabaron fracasando, y su futuro como primera ministra parece condenado a una dimisión antes de tiempo.

En este año, May ha tenido que afrontar tres ataques terroristas, unas elecciones anticipadas y una serie de escándalos de diversa índole en el seno de su gobierno que la han dejado en una posición muy debilitada dentro y fuera de su partido. Sin embargo, esto no entraba en los planes de la primera ministra, cuya gran medida para 2017 era la puesta en marcha de la maquinaria para el Brexit, algo que podía reportarle un aumento importante en su popularidad. El 29 de marzo, de hecho, May comunicó por carta al presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, su decisión de activar el artículo del Tratado de la Unión Europea que prevé las condiciones en las que un país puede marcharse de la UE.

Una semana antes, sin embargo, el guion había empezado a cambiar, cuando un coche embistió contra la multitud en el puente de Westminster y se estrelló en la valla del edificio del Parlamento británico, donde se estaba celebrando una reunión en la que estaba presente la primera ministra May. Murieron 6 personas. La gestión política y comunicativa de este ataque terrorista, que sería el primero de tres, fue correcta, y May apareció reforzada ante el público, con un estilo seguro y con un discurso firme contra el terrorismo, que ya había golpeado a otros países europeos, y que llegaba a Gran Bretaña 12 años después.

El 18 de abril, la primera ministra compareció por sorpresa en la puerta del número 10 de Downing Street e informó de la convocatoria de unas elecciones anticipadas, algo con lo que, según los analistas, May perseguía una mayoría de dos tercios en el Parlamento para poder aplicar libremente el Brexit con toda la dureza deseada. Ese plan empezaría pronto a complicarse, con un segundo atentado, en esta ocasión en Manchester durante un concierto de la norteamericana Ariana Grande, en el que fallecieron 23 personas. May reaccionó bien durante las primeras horas, pero posteriormente se puso nerviosa, y empezó a cometer errores importantes.

Estos errores se reprodujeron unos días antes, con un nuevo ataque, en el Puente de Londres, cinco días antes de las elecciones. May no estaba dispuesta a cometer ningún error, y prometió mano dura contra los terroristas. Sin embargo, el candidato laborista, Jeremy Corbyn, la acusó de hipocresía, y recordó que, durante su tiempo en el ministerio del Interior, había reducido el número de policías en Gran Bretaña. Esto provocó que los conservadores entraran en crisis, y el resultado electoral del 8 de junio fue devastador. May aspiraba a obtener 400 diputados en la Cámara de los Comunes, pero perdió la mayoría absoluta, y los laboristas, que se enfrentaban antes de las elecciones a pérdidas de hasta 100 escaños, aumentaron en 30 su representación.

Una semana después, ardió un edificio en el barrio de Kensington, y May, aún en shock por el resultado electoral, reaccionó tarde, y esto produjo que cada vez más voces en el Partido Conservador pidiesen su sustitución. En otoño, la situación no se ha estabilizado, ya que la primera ministra ha tenido que afrontar tres dimisiones, dos de ellas, la del ministro de Defensa y la del número dos del Gobierno, por supuesto acoso sexual, y otra, la de la ministra de Desarrollo Internacional, por haber mantenido reuniones con Israel sin ser autorizada por el Gobierno británico. Al final de este año, la impopularidad de Theresa May va en aumento, y muchos en su partido quieren su puesto.

Parece poco probable que los laboristas, que lideran las encuestas desde las elecciones, puedan volver al poder en los próximos años, pero si algo se ha demostrado en este año, es que nada en la política británica es lo que parece. May se ha lanzado en estos últimos meses al Brexit, con la esperanza de que un buen acuerdo con la Unión Europea pueda devolverle parte de su popularidad perdida. No hay que descartar nada respecto del futuro político de May, que al principio del año tenía niveles de aprobación cercanos a los de Winston Churchill, pero que termina 2017, su ‘annus horribilis’, con unas perspectivas muy malas respecto de su supervivencia política.

AMÉRICA LATINA MANTIENE SU GIRO A LA DERECHA

Desde hace algunos años, América Latina está siguiendo la dirección contraria a lo ocurrido a principios de siglo, y está sustituyendo a los gobiernos de la izquierda por ejecutivos conservadores. El poder para esta facción ideológica parece consolidado en la mayor parte de países latinoamericanos, que han conquistado una mayoría social importante, y que están poniendo en marcha políticas que difieren mucho de las de sus antecesores, quitando además competencias a instituciones comunes, como el ALBA. La situación política en estos países en 2017 ha variado en cada caso, pero en general, el tono es similar.

El país más importante que ha celebrado elecciones durante este año ha sido Chile, donde el expresidente Sebastián Piñera ha conseguido volver a ser elegido. La victoria de Piñera, que dejó la presidencia en 2014 con una popularidad muy elevada, parecía cantada, sin embargo, la clasificación del socialista Alejandro Guillier a segunda vuelta produjo que existiesen dudas al respecto. Finalmente, Piñera, que se presentó como candidato independiente pese a tener diferentes fuerzas conservadoras apoyándole, venció en el balotaje con mayor distancia de lo esperado sobre su rival.

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Sebastián Piñera y Alejandro Guillier (FOTO: Twitter)

En su país vecino, Argentina, el movimiento Cambiemos del presidente Mauricio Macri logró un importante triunfo en las elecciones legislativas, en las que las fuerzas de la mayoría presidencial superaron a la oposición peronista, que por primera vez desde principios del siglo XXI no era mayoritaria en Argentina. Especialmente dura fue la derrota de la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner, que no consiguió liderar a su coalición, Unidad Ciudadana, a la victoria en las elecciones senatoriales en Buenos Aires, y que además podría ser próximamente detenida por las acusaciones de corrupción contra ella. Con su victoria en estos comicios, Macri tiene en perspectiva unos años tranquilos.

Donde la tranquilidad no parece llegar es en Brasil, que continúa su profunda crisis política. El país celebrará previsiblemente elecciones presidenciales el próximo año, y, según las encuestas, el favorito para vencerlas es el expresidente Lula da Silva, pero su candidatura está en el aire ante la condena del juez Sérgio Moro, que aún no es firme, pero que podría llevarle a la cárcel. Más allá de Lula, el populista de ultraderecha Jair Bolsonaro aparece como un candidato firme a la presidencia. En los próximos meses, sin embargo, no hay que descartar un segundo impeachment, esta vez contra el presidente Michel Temer, sobre el que pesan también causas de corrupción. El país carioca no parece ver la luz.

Otro país importante de América Latina, México, elegirá el año que viene a su presidente para los próximos seis años, concluyendo de esta manera el mandato de Enrique Peña Nieto, lleno de luces y sombras. El favorito en las encuestas es Andrés Manuel López Obrador, candidato de la coalición progresista Morena, que ya fue candidato en las elecciones de 2006 y 2012, en las que el recuento final fue muy ajustado. Sin embargo, los expertos pronostican una remontada del Partido Revolucionario Institucional, cuyo candidato será previsiblemente José Antonio Meade, exministro de Economía de Peña Nieto, aunque de perfil independiente, lo que puede darle votos conservadores. Los sondeos muestran que López Obrador, Meade y Ricardo Anaya, candidato del Partido de Acción Nacional, se disputarán la presidencia el próximo 1 de julio.

2017 ha sido un año en el que varios casos de corrupción se han destapado en América Latina. El expresidente de Panamá, Ricardo Martinelli, fue detenido el 1 de julio por irregularidades en las cuentas públicas cuando dirigía el país, denunciadas por su sucesor. Sin embargo, el caso que ha tocado más países ha sido el de la constructora brasileña Odebrecht, que, durante 20 años, habría pagado sobornos a 12 gobiernos latinoamericanos para lograr contratos públicos. El país más afectado por este caso de corrupción es Perú, donde están implicados los tres últimos presidentes, Alejandro Toledo, Alan García y Ollanta Humala, la líder de la oposición, Keiko Fujimori, y el actual presidente, Pedro Pablo Kuczynski, sometido a un proceso de destitución por el Parlamento del país, que no alcanzó la mayoría necesaria. El peligro para Kuczynski no ha pasado nada.

La derecha sudamericana sigue intentando huir del fantasma de su pasado, que les relaciona con hacer política únicamente para los ricos. En el continente, existen diversos ejemplos de cómo gestionan los partidos conservadores el poder, y su popularidad está al alza. 2018 volverá a ser una prueba de fuego para estos países, que tendrán que manejar el fenómeno Trump como puedan, y aprobar medidas de crecimiento para estimular a una región en continua crisis, ante la enorme diferencia entre ricos y pobres. 

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